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La Espiritualidad de las Artes Marciales


Las Dimensiones Espirituales de las Artes Marciales
por Robert James Buratti
Julio de 2004

     «Aquel que desee vivir en un arte marcial oriental, más bien que sólo practicarlo en un nivel físico, debe entonces entrenar su conciencia para alcanzar una autodisciplina, de modo que al final su mente consciente se mezcle en una identidad con el mismo principio de la vida misma» (Maurice Zalle).

          La práctica tradicional de las Artes Marciales está experimentando ahora una especie de renacimiento, y esto es en gran parte debido al hecho de que muchas personas están comprendiendo la existencia de los componentes espirituales esotéricos que están detrás de algunos estilos ampliamente conocidos. Las Artes Marciales ya no son consideradas como remanentes de viejas culturas sino como métodos válidos y eficaces de conseguir un crecimiento espiritual. Ellas realmente fueron formuladas para dicho propósito desde el principio.

Una Herencia Espiritual

     En el año 475 el monje indio Bodhidharma llegó al Sur de China. A su llegada él se trasladó a la provincia Huan donde pasó nueve años en meditación, entre las paredes rocosas de una cueva. Cuando el monje emergió de su retiro, se topó con un pequeño templo de montaña aproximadamente a una milla de distancia [1½ km.] llamado Shaolin. Bodhidharma quedó impresionado al ver el deplorable estado físico de los monjes del Templo Shaolin, quienes practicaban ejercicios de meditación durante largos períodos que, mientras los hacían espiritualmente fuertes, destruían totalmente su estado físico.

     Bodhidharma creó para los monjes un régimen de ejercicios que implicaba técnicas físicas que eran eficientes para el reforzamiento del cuerpo y que eventualmente podrían ser usadas para defenderse de los inevitables ladrones de caminos y otras bandas, abundantes en el área entonces. Esta última utilidad era un simple beneficio adicional de la práctica. La primera era el objetivo principal. El interés primario era siempre mantener la fuerza física de los monjes para el propósito de la meditación. Estos ejercicios físicos evolucionaron hacia lo que ahora conocemos como Artes Marciales.

     Entre la miríada de opciones contemporáneas para desarrollar el espíritu, las Artes Marciales permanecen como uno de los sistemas más antiguos y más universalmente eficaces para la enseñanza de ideas internas que despiertan la dimensión espiritual en todos los aspectos de la vida.

El Camino Físico hacia la Iluminación

     El verdadero valor de estudiar las Artes Marciales radica no en el aprendizaje de la técnica o sistema mismo, sino en la adquisición de cualidades internas particulares que son desarrolladas a través del proceso de aprendizaje. Los ejercicios físicos son los ejemplos concretos de principios filosóficos abstractos. Los sistemas de destreza con los pies enseñan al estudiante acerca de las cualidades de la energía, de flujo y reflujo, y el potencial tanto creativo como destructivo. Los patrones de trabajo con las manos enseñan al estudiante acerca del equilibrio, la dinámica y la intuición del espíritu natural.

     Las acciones de bloqueo, desvío, golpe, rotura y lanzamiento, todas contienen conceptos que pueden ser aplicados al espíritu humano. Entonces en el combate unimos estos conceptos, y en el proceso descubrimos nuestra propia naturaleza que es obligada a manifestarse bajo una tensión y una presión extremas.

     Uno nunca se ve confundido tanto como cuando está bajo ataque. En este acto es probado el temple de cada uno, y de allí se surge con una nueva visión de sí mismo y, en muchos casos, con una visión del verdadero Yo. Éste es un primer paso para la auto-comprensión.

     El legendario esgrimista japonés Myamoto Musashi descubrió que mientras más él buscaba la habilidad y la eficacia en su entrenamiento, más él buscaba la habilidad y la eficacia en todas las cosas. Él comenzó a buscar el objetivo más profundo en todo lo que él hizo.

     Trabajando en la agricultura, él tomó la tierra que había quedado inutilizable por las inundaciones anuales y la convirtió en tierra productiva construyendo sus diques y campos según la forma del flujo natural del agua. Los agricultores construyeron un santuario en su honor por sus conceptos y rezaron en aquel lugar diariamente. Él encontró que cada parte de su vida afectaba a cada otro aspecto, y comenzó a buscar la espiritualidad en todas las áreas de su vida.

     El combate hace grandes demandas a las capacidades del guerrero. Tales demandas actúan como poderosas situaciones de aprendizaje para el auto-descubrimiento y la auto-confrontación.

Enfrentando a la Muerte

     «Derrotar a mil enemigos está bien, pero el samurai que se derrota a sí mismo es el más grande de los guerreros» (El Dhammapada).

     Quizá la primera y la más importante de estas situaciones es la confrontación con la muerte. A través de toda la vida nos vemos esporádicamente encarados con la muerte, ya sea a través de la familia, la televisión o la literatura. En el mundo moderno estamos muy familiarizados con la muerte, pero raramente, si es que alguna vez, somos confrontados con la perspectiva de nuestro fallecimiento personal. Pero cuando esto llega, muy probablemente será un acontecimiento repentino e irrevocable e inoportuno del cual no aprendemos nada. El practicante de Artes Marciales ni ignora ni espera la muerte, pero camina derecho hacia ella.

     En las Artes Marciales la muerte es una presencia constante. La actividad entera gira alrededor de ella. El ataque, la defensa y el contraataque son todos realizados como si una verdadera situación de vida o muerte estuviera implicada. Con la habilidad aumenta el vigor de las acciones, y si uno usa armas, uno puede emplear, por ejemplo, una espada desnuda en vez de una espada de bambú o de madera, todo lo cual hace la situación en verdad peligrosa. El practicante encara la muerte y hace la paz con ella, en el conocimiento de que es inevitable. Con este entendimiento, allí no existe más miedo, y el practicante de Artes Marciales es realmente libre ahora.

     Todos los sistemas espirituales establecen una confrontación con la muerte, ya que encarar a la muerte es quizás el elemento más importante de la espiritualidad. Las prácticas preparatorias básicas del budismo implican el reconocimiento de que la vida de uno es corta y que uno puede morir mañana. En el rito Chod del Tíbet, los practicantes visitan un cementerio por la noche (donde los cadáveres son dejados expuestos a los elementos y a los animales carroñeros) e invitan a los demonios a venir y tomarlos. Los cristianos y los musulmanes invitan al Todopoderoso a tomar sus almas en cualquier momento.

     El miedo a la muerte es el mayor obstáculo para el artista marcial. Este miedo tiene una cualidad de rigidez, o de parálisis, o de pérdida del control; uno puede congelarse con el terror, o uno puede entrar en pánico y reaccionar ciega e irracionalmente. Tales reacciones, que se entrometen en el momento crucial en el combate, significarán la muerte, incluso para el luchador técnicamente consumado.

     Pero la libertad con respecto a este miedo incapacitante libera grandes poderes. Hay una historia de un Maestro de la japonesa Ceremonia del Té de la provincia de Tasa, un hombre de ninguna habilidad marcial pero de gran logro meditativo y espiritual. Él por casualidad ofendió a un samurai de alto rango y fue desafiado a un duelo.

     Él acudió al Maestro Zen local para buscar consejo. El Maestro Zen le dijo francamente que él tenía poca probabilidad de sobrevivir al encuentro, pero que él podría asegurar una muerte honorable tratando el combate como él lo haría con el ritual formal de la Ceremonia del Té. Él debería calmar su mente, no prestando ninguna atención a los pequeños ruidos de los pensamientos sobre la vida y la muerte. Él debería tomar la espada con determinación, tal como tomaría el cucharón en la Ceremonia del Té; y con la misma precisión y concentración de la mente con la cual él vertería el agua hirviente en el té, debería avanzar, sin pensar en las consecuencias, y abatir a su opositor de un golpe.

     El Maestro del Té se preparó en consecuencia, abandonando todo temor a la muerte. Cuando llegó la mañana del duelo, el samurai, encontrando el equilibrio total y la intrepidez de su opositor, quedó tan afectado que prontamente pidió el perdón y suspendió la lucha.

     La aceptación y el triunfo mental sobre la muerte es el mayor poder del artista marcial, en el cual él se concentrará en el hecho de que él tiene poco tiempo y que por lo tanto deja a sus actos que fluyan. Cada acto es su última batalla en la Tierra, y sólo con esta filosofía sus actos tendrán su poder legítimo. De otra manera ellos serán, mientras se esté vivo, los actos de un hombre tímido.

     En palabras de una leyenda samurai, «ser tímido está bien si usted ha de ser inmortal, pero si usted va a morir, no hay tiempo para la timidez, simplemente porque la timidez le hace a usted aferrarse a algo que existe sólo en sus pensamientos». Esto lo calma mientras todo está en calma, pero entonces el mundo impresionante y misterioso abrirá su boca para usted, como la abrirá para cada uno de nosotros, y luego usted comprenderá que sus caminos seguros no estaban seguros en absoluto. Ser tímido nos impide examinar y explotar nuestra parte como hombres.

Dominio de la Energía

     Para el artista marcial, la Energía se manifiesta dentro de cada individuo como espíritu, y el espíritu en cada individuo se manifiesta como la mente. Esta Energía o «Chi», como es conocida en China, o «Ki» en Japón, lo impregna todo, y de aquí que sea tanto la conexión más fuerte del artista marcial con su enemigo así como su arma más fuerte contra éste.

     El dominio de esta energía es un elemento central de todas las formas tradicionales de la práctica de las Artes Marciales. Dos expresiones ampliamente reconocidas de este ideal son el arte chino del Tai Chi Chuan, y el arte japonés del Aikido.

     El Tai Chi Chuan integra muchos elementos de la cultura china tales como filosofía y religión, medicina y práctica militar. Obtiene su inspiración para el movimiento principalmente de la filosofía del yin y el yang. Incorpora la teoría de los Cinco Elementos de la cosmología y los principios del Bagua («Ocho Trigramas») junto con el movimiento, creando un flujo continuo de movimiento que refleja las ideas detrás de estas ideologías.

     El símbolo del Yin-Yang, que a menudo se encuentra unido con el Tai Chi Chuan, representa la interacción de Yin y Yang. El Yin y el Yang son mostrados en cantidades iguales, pero la parte Yin del Yin-Yang contiene una pequeña cantidad de Yang, y la parte Yang, una igualmente pequeña cantidad de Yin.

     Los antiguos chinos veían el universo como una unidad enorme con cada parte de él relacionada con y dependiente de cada otra parte. Dentro de esta unidad hay un cambio continuo en un ciclo interminable entre dos compañeros, el Yin (femenino, oscuro, suave, dócil) y el Yang (masculino, duro, agresivo).

   «El universo está completamente hecho de estas dos formas de energía, y a fin de que todas las cosas progresen armoniosamente, las fuerzas de Yin y Yang deben constantemente interactuar la una con la otra. Mientras hacen eso, cada una debe evolucionar, con el tiempo, hacia su opuesta, tal como el día gradualmente se convierte en la noche. Por esta razón, todo lo que parece ser Yin contiene algún Yang y todo que es Yang también contiene algún Yin, sin lo cual el cambio no sería posible» (Chen Lei).

     A partir esta visión de la existencia y la energía fue elaborado el estilo Tai Chi Chuan. Es una expresión física perfecta de la filosofía Yin-Yang y funciona dentro de los mismos parámetros y limitaciones.

     Mientras otros estilos marciales son violentamente rápidos y rígidos, el Tai Chi es lento y controlado, con técnicas que fluyen sin parar entre sí. Tal como la energía del Yin-Yang mantiene un flujo continuo, así lo hace la técnica Tai Chi. No hay una detención y un arranque rígidos, sólo una mímica natural controlada de la energía. Por eso el Tai Chi a menudo es visto como una de las Artes Marciales más gráciles y pacíficas. Tal como la energía es circular en su flujo, todo el ejercicio en el Tai Chi es circular en la dirección, y así como la energía es un fenómeno natural, las posturas de defensa del Tai Chi tienen siempre una forma natural, no rígidas posturas militares como las del boxeo.

     La práctica eficaz del Tai Chi se basa en un entendimiento puro y profundo del Yin-Yang, la visión que el Tai Chi tiene del Chi y del Universo. Sin esta dimensión espiritual de dicho arte, el estudiante no está practicando Tai Chi, sino que él simplemente está realizando movimientos vacíos de poco significado para sí mismo o para el mundo que lo rodea.

     Otra arte que trata con la dinámica de la energía fue fundada por Morihei Ueshiba en 1942. El arte japonés del Aikido fue considerado una continuación de las Artes de los Samurai, y toma prestada la mayor parte de su dimensión y expresión espiritual del Bushido («El Camino del Samurai»), en particular su uso de prácticas tradicionales de espada. Es un sistema relativamente contemporáneo y en gran parte una continuación de los valores y de la cultura japoneses por cuanto es un cultivo de filosofía y espíritu.

     El significado de Aikido es literalmente el «hábil camino de descubrimiento de acumulación de Ki». Ki es la traducción japonesa de Chi, y comparte una definición idéntica. Se sugiere que el Ki «nació» en el mismo instante que el resto del universo, y que nosotros somos todos nacidos del Ki del universo. Todos los organismos vivos tienen un acceso igualitario al Ki, y él recorrerá nuestro sistema si lo permitimos. La práctica diaria del Aikido está dirigida principalmente al mantenimiento de un estado física y emocionalmente equilibrado, y a practicar las formas de cultivar dicha energía.

     Tal como el Tai Chi, el Aikido es una expresión física de este modo de ver el mundo. Por consiguiente, no tiene ninguna forma de ataque, porque atacar a un oponente sería como atacar a un miembro de la familia o de dañar el flujo de la energía del Ki Universal que sostiene al mundo. Una vez más, puesto que el Ki se mueve constantemente, así lo hace el artista marcial, con todo el maniobrar del Aikido ocurriendo en patrones circulares. El Aikido también pone gran atención en el aspecto de equilibrio de la energía, y de aquí que haya creado una conciencia de equilibrio esencial para sus maniobras. Las técnicas principales del estilo implican patrones particulares de lanzamiento y lucha que son precisamente dependientes del perfecto equilibrio de quien lo practica.

     En el Aikido, como en todas las Artes Marciales, el equilibrio físico y el emocional son co-dependientes. El equilibrio físico ayuda a engendrar el equilibrio emocional. Una comprensión de la naturaleza de nuestro espíritu ayudará al practicante a crear una alineación eficaz de pensamiento y acción. Cuando cada aspecto del individuo está alineado, el individuo está mejor capacitado para adaptarse y cambiar.

La Espiritualidad y el Samurai

     El Camino del Zen perpetúa las más antiguas tradiciones budistas. Esto significa el estado natural perfecto de iluminación. El Zen no puede ser racionalizado, sólo experimentado, vivido y realizado. Imposible de conseguir mediante el pensamiento concreto y el análisis, el Camino del Zen es encontrado a través de la práctica meditativa que involucra tanto a la mente como al cuerpo. El Zen puede ser considerado una expresión única del budismo Mahayana. Se originó en las regiones del Norte de la India y posteriormente se trasladó a China y luego a Japón, donde se convirtió en una fuerte influencia a partir aproximadamente de 1190 d.C. en adelante. Ejerció tal influencia, que hasta hace unos años habría sido difícil encontrar una persona de orígenes japoneses nobles que no hubiera sido expuesta a la filosofía Zen.

     El Zen ofrece una perspectiva interesante en el mundo de las Artes Marciales y la espiritualidad, porque se hace difícil ver dónde finaliza la filosofía espiritual y dónde comienza la práctica marcial. Mientras la mayoría de las filosofías de Arte Marcial son un proceso constructivo que nos suministra instrumentos y entendimiento, la experiencia del Zen es un proceso destructivo, en el sentido estricto en que quita de nuestras vidas las cosas que nos impiden la iluminación. La liberación obtenida por el Zen deriva en una autonomía absoluta. No hay dioses, ni denominaciones, y ninguna autoridad superior. Es necesario abandonar todas las muletas y proceder a avanzar sin ayuda.

     El papel del Zen en la sociedad samurai es extraordinariamente complejo. Sostuvo el espíritu guerrero de dos maneras: moralmente, porque el Zen es un sistema que enseña al individuo a no mirar hacia atrás una vez que el curso ha sido decidido; y filosóficamente, porque el Zen trata a la vida y a la muerte con indiferencia.

     El texto clásico «Hagakure» o «Escondido tras las Hojas», atribuído al samurai Yamamoto Tsunetomo, declara que «El Camino del Samurai se encuentra en la muerte», y continúa diciendo que el samurai es poderoso porque su mente ya no está atada ni a la vida ni a la muerte. El samurai «conquistará la inmortalidad muriendo sin vacilación». Los grandes hechos son llevados a cabo cuando uno alcanza el estado Zen de «no-mente».

     Es por este estado Zen de «no-mente» que el manejo de la espada se convierte no en un acto de matanza sino en un instrumento de auto-disciplina espiritual. El individuo, la espada y el objetivo llegan a ser uno y el mismo. La espada se mueve por sí misma bajo la influencia del objetivo sin ninguna decisión individual, siempre encontrando un golpe perfecto. El reconocimiento del dominio en la espada es también el reconocimiento de un grado superior de la espiritualidad Zen. El concepto Zen de «no-mente» es uno de los más influyentes para inmiscuírse en la psique samurai.

     Una mente inconsciente de sí misma es una mente que no es perturbada en absoluto por afectos de ninguna especie. Se trata de la mente original y no de la engañosa que está repleta de afectos. Siempre está fluyendo; nunca se detiene ni se vuelve sólida. Llena todo el cuerpo, difundiéndose por cada parte del cuerpo. Nunca es como una piedra o como un pedazo de madera. Si debiera encontrar un lugar de descanso en alguna parte, no es una «mente de no-mente». Una no-mente no conservará nada en ella. Es por ello llamada mushin.

     Este «vaciamiento de la mente» se aplica a todas las actividades creativas, como el baile y el manejo de la espada. La mente fluye libremente de un objeto a otro, no deteniéndose en ninguna singular preocupación. En este proceso la mente es libre y realiza cada función requerida de ella. Cuando la mente se detiene en un pensamiento singular, pierde su libertad. No puede oír, no puede ver, aun cuando el sonido entra en los oídos o la luz destella delante de los ojos. Cada mente tiene la naturaleza de Buda, y cada persona ya está liberada más allá del nacimiento y la muerte. Ellos sólo deben comprender este hecho. El Zen procura promover esta comprensión, el proceso gradual que es mencionado como Satori. La consecuencia del Satori es una manera completamente nueva de ver el mundo y el lugar de uno dentro de él. Según el Zen, la liberación no debería ser buscada en el mundo venidero, ya que éste es el siguiente mundo y ya está liberado. Estamos ya en nuestro objetivo, aunque no podamos comprenderlo.

     El Zen no requiere involucrarse en especulaciones, textos o escrituras sagradas, y cada teoría es válida sólo como una indicación hacia el Camino. Originalmente una doctrina secreta, transmitida por Buda a su discípulo Mahakassapa, el Zen mismo surgió como una reacción contra los rituales fantásticos y superfluos del hinduísmo tradicional, y mientras aparece como completamente relajado en la forma, realmente funciona sobre la base de una severa auto-disciplina que apelaba al samurai. Lejos de las rudas prácticas ascéticas de los sistemas contemporáneos, la disciplina Zen implica una forma más sutil e interior que actúa en cuatro niveles.

— El primero es el dominio de los objetos externos, en particular de las reacciones que emanan de ellos. El alumno debe entender que cada vez que un anhelo lo conduce hacia algo, él no está en control del objeto externo sino que más bien es el objeto el que está en control de él. «Él que ama un licor, se ha engañado a sí mismo con el pensamiento de que él está bebiendo el licor; la verdad es que es el licor el que lo está bebiendo» (Hagakure).

— La segunda etapa ve al alumno dominar el cuerpo físico. A menudo en este nivel el entrenamiento marcial acompaña al crecimiento espiritual como una contraparte iniciatoria. Es de aquí que surgieron las leyendas de samurais y maestros sobrehumanos que podían resistir los extremos de calor y frío, y romper árboles y piedras con sus manos desnudas. El samurai ejerce el dominio sobre su cuerpo y el dominio sobre su propio funcionamiento mental.

     Imagine su propio cuerpo como algo distinto de usted. Si grita, tranquilícelo en seguida, como una madre estricta hace con su propio hijo. Si es caprichoso, contrólelo como lo hace un jinete con su propio caballo, mediante la brida. Si está enfermo, adminístrele medicinas, como un doctor hace con un paciente. Si le desobedece, castíguelo, como lo hace un profesor con un alumno (Hagakure).

— La tercera etapa implica controlar la emoción personal, y establecer un equilibrio interior. Mediante prácticas meditativas el alumno confronta cada miedo y entusiasmo, en un intento de «tener el corazón bajo control».

— La cuarta etapa es el rechazo del Ego, y es la más difícil. El núcleo de la filosofía promueve una forma más alta de espontaneidad, libertad y tranquilidad en la acción. Las artes tradicionales se originaron en el Oriente como una respuesta y como ejecución de este estado mental. Muchas de estas artes fueron desarrolladas como medios para conseguir la conciencia Zen. Mientras la mayoría es marcial en su naturaleza, el elemento Zen se extiende al arte del drama, la ceremonia del té, los arreglos florales y la pintura. El dominio en cualquiera de estas artes no puede ser conseguido sin la iluminación interior y el poder transformativo del Zen.

     Generalmente el Zen no promueve la existencia tipo ermitaño encontrada en la leyenda sino que más bien pide que el practicante viva en el mundo en un estado Zen de conciencia que debería ser permanente e impregnar cada experiencia y actividad. El alumno trabajará con su mente y cuerpo hasta que ellos hayan alcanzado el límite extremo de todas las facultades naturales, y finalmente consigan el Satori. Sólo se supone que el estudiante pase el período de adiestramiento en monasterios Zen, y una vez que ha conseguido el Satori, el estudiante vuelve al mundo, eligiendo un modo de vida que calce con sus necesidades.

     Los sistemas de Artes Marciales están todos unidos en el hecho de que ellos exigen del practicante que re-ajuste su estilo de vida. Aparte de ser una búsqueda intelectual y física, la práctica verdadera surge en la expresión del Arte a través de la vida y el pensamiento diarios de uno. Asistir a una clase de Artes Marciales una vez por semana no liberará el enorme potencial transformativo de esta opción, pero lo encaminará hacia un sendero antiguo que ha afectado las vidas durante siglos. Como todos los esfuerzos espirituales, esto requiere compromiso y paciencia.

Sentido Interno de las Artes Marciales

Arte marcial o arte de combate es una traducción que traiciona un poco el espíritu del ideograma original que se descompone en dos caracteres: «detener» y «la lanza». Comprendido originalmente como el «arte de detener la lanza», el arte marcial toma así su significación esencial. Más aún si sé comprende que esta fórmula puede interpretarse a la vez como el «arte de detener la lanza del adversario» y el «arte de detener la lanza propia». Es decir, el Gran Arte de la pacificación exterior y de la armonía interior.

El Arte y la Vía

En las civilizaciones antiguas, cuyos testimonios existen aún vivientes en Oriente, las artes tradicionales conducen a una Vía que permite al hombre, al precio de un aprendizaje largo y difícil, profundizar su experiencia de la realidad y de él mismo. Poco a poco, el aprendiz descubre las leyes que rigen las fuerzas sutiles con que la vida está tejida, y aprende que la calidad de sus obras depende del dominio de sí mismo, de lo que él es. Su trabajo exterior es el soporte de una metamorfosis interior.

En el Japón existe la vía de la caligrafía (sho do), la de la ceremonia del té (cha do), la del arreglo floral (ka do), de hecho una Vía para cada arte antiguo. El arte del combate no escapa a esta regla. El budo designa el sendero abrupto que serpentea en el corazón de las artes marciales. Esta Vía del combate es escarpada. La presencia del adversario exige la presencia de sí mismo en cada gesto que es así una cuestión de vida o muerte. Un fallo en la concentración, un desequilibrio entre el cuerpo y el espíritu no perdonan en un combate real y representan un gran riesgo en los entrenamientos. Rápidamente se descubre que el adversario más peligroso no hay que buscarlo en otra parte más que en sí mismo. La Vía del combate adquiere así un sentido diferente.

Do jo significa en japonés «el lugar de la Vía». En él se practica el budo. Equivalente a un templo, el dojo es un lugar sagrado en el que se recibe una enseñanza, en el que uno ejerce y se regenera. Pero el budo, repiten los Maestros, no se practica solamente en el dojo, Es un arte de vivir que se experimenta a cada instante.

El verdadero dojo, añaden los maestros, es el que el discípulo debe construirse en su corazón, en lo más profundo de sí mismo.

El budo y los bujutsu

Las artes marciales japonesas son en muchos aspectos las herederas de las chinas. La civilización japonesa, aunque fuertemente influenciada por la cultura del Imperio del Medio, es sin embargo de una remarcable originalidad ya que el país del Sol Naciente es un crisol que integra y absorbe para remodelar después a su gusto.

La savia sutil del budo no ha dejado de alimentar las artes marciales japonesas. Los Maestros japoneses del comienzo del siglo, temiendo quizás el contacto de Occidente y el choque del mundo moderno, han querido poner de manifiesto la importancia esencial de la Vía (DO) cambiando los antiguos nombres de los bujutsu tales como jiu-jutsu, aikijutsu, ken-jutsu, etc. en judo, aikido, kendo y otros. De esta manera esperaban que no se confundiera a las artes marciales, como Vía de superación, con los deportes de combate.

Los bujutsu a mano desnuda

Cuando un hombre es desarmado en el curso de un combate, su única suerte de sobrevivir reside en su habilidad para utilizar sus armas naturales, es decir, las de su cuerpo.

El jiu-jutsu, o el arte de la flexibilidad, es un método de combate a mano desnuda que reposa sobre el principio de la no resistencia. Este arte utiliza sobre todo técnicas que permiten utilizar los movimientos del adversario para ponerle fuera de combate. Método muy completo, el jiu-jutsu utiliza todo el arsenal del cuerpo: desviaciones, proyecciones, barridos, golpes llaves y estrangulamientos. El judo deportivo surgió de él pero se alejó completamente del concepto de Vía.

Fuente: Zen y Arte.

El Ki

Dijo el Maestro Takeuchi:

-“Por el momento necesitas simplemente reforzar tu postura, iai goshi. No es lo bastante estable y no estás verdaderamente sentado en tu seika. Veremos esto con detalle la próxima vez. Lo que necesitas saber sobre todo, y es lo más importante en la utilización del kiai, es que todo puede llevarse a shin, la mente. Si shin es débil, el kiai también lo es. Esto significa que hay ki, pero sin el principio de unión de “ai”. El ki es una energía sutil que se conoce únicamente a través de sus manifestaciones, de forma que está identificado con el cuerpo físico y con la personalidad completa que llamamos “hito” en japonés, palabra que quiere decir “aquel en quien se encuentra la luz”.

El ki engendra el nacimiento, la existencia, la decadencia y la muerte. El ki es a la mente lo que la sangre al cuerpo. Es un vehículo para el shin y ambos se influencian mutuamente. Durante mucho tiempo el ki y el shin son esclavos de los instintos animales que todo hombre lleva en si. Después el ki se convierte en el maestro del cuerpo. Por fin, el shin aparece y se convierte en el maestro del ki. Desde ese momento, al hombre se le llama maestro, pues es de nuevo él mismo. De este modo, es fácil de comprender que si la mente es débil, el ki también lo es; si duda, el poder del ki duda y se debilita; si la mente está dispersa, el ki se evade del cuerpo y éste último se desvitaliza, esto es lo que genera fatiga y después enfermedad, de aquí la utilidad de las disciplinas del ritmo respiratorio que tienden a aportar una cierta calma mental.”

TATSUJIN: «EL HOMBRE-SABLE»

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“Para el Maestro del sable,
por encima de la gloria,
de la victoria e incluso
de la propia vida,
se halla la Espada de la Verdad;
de la verdad que él ha experimentado
y que le juzga”.

Para adentrarnos en el estudio de la vida y de la obra de los grandes maestros de la espada, y para comprender sus sagradas y redentoras enseñanzas, debemos tener en cuenta que sus textos, sus consejos, sus poemas, sus caligrafías, provienen directamente de un elevado estado de conciencia, de una experiencia trans-personal a todo punto intransferible por las palabras; de una “revelación” interior, de una iluminación. Son fruto de su ascetismo, de su desprendimiento del yo, de su rigor, de su sufrimiento, de su compasión, de su amor santo, de su “implacable lucidez”.
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Estos hombres universales hicieron exactamente lo contrario de lo haría un hombre común: pusieron su cuerpo, su salud, su corazón, su arte, su inteligencia, su experiencia, su dolor, su energía, su amor, su ki, su genialidad, su iluminada compasión y su “visión”, al servicio de su alma y de su espíritu. Y no tardaron en recibir como respuesta (pues el Universo es un mecanismo de reflejo) el inagotable tesoro de una sabiduría sobrenatural más allá de lo humano. Como los textos sagrados de los alquimistas, de los hermetistas, de los santos meditantes y de los sabios guías de la Humanidad, las enseñanzas de los grandes tatsujin (“hombres-espada”) proceden directamente de un estado expansivo (tal vez incluso “explosivo”) de despertar, de un mundo de luminiscencia en el alma que el cristianismo llama “Reino de los Cielos”, el hinduismo Brahma-loka, el “ Cielo Creador”, y en el Shinto “Takama-A-Hara”, el “más allá”, el paraíso líbico de los dioses (kami) y de los inmortales taoístas (Lie-Sien-Chuan). Esos no son, evidentemente, lugares físicos y tangibles, levitando sobre las nubes o allende de las estrellas, en los que sólo los ignorantes y los fanáticos -que tan a menudo van de la mano- pueden todavía creer, sino exaltados estados de conciencia expandida, re-unificada con el origen, reabsorbida en la Unidad Esencial, en “lo que éramos antes de llegar a ser”, como rezan los Upanishads. Es pues, desde un estado de meditación, de elevación de conciencia cercano a la exaltación espiritual, de humildad profunda, de gratitud sin reservas, de “anhelo de liberación en beneficio de todos los seres” (boddhichita), que debemos acercarnos a estas enseñanzas muy santas, desde una visión de vuelo de águila, de himalayista del alma, tal vez sentados y observando quietamente desde una lanzadera espacial o con una mente de astronauta de la evolución, precisamente la misma mente expandida, inclusiva y no-dual que llegaron a alcanzar esos grandes maestros.

No podemos hacer descender estas enseñanzas sagradas a nuestro nivel del mar mental, a incluso más abajo todavía, sino elevarnos nosotros lo más alto posible, so pena de incomprenderlas, de convertirlas también en material fungible, o a lo peor, en una nueva capa de metal para nuestra herrumbrosa armadura egótica. En 1387, durante el reinado del shogun Asikaga Yoshimitsu, nació uno de los más grandes maestros de sable de la historia: Lizasa Choisai Ienao. Era este un hombre muy noble, culto pero modesto, amante de las artes y de las letras y partidario de la paz, que siempre se sintió atraído por la vida espiritual y que con el tiempo, se convertiría en monje budista. Una leyenda dice que en una ocasión uno de sus siervos lavó las patas de su caballo en las aguas de una fuente sagrada cerca de un santuario y que el pobre animal, tras caer presa de convulsiones, murió.

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El maestro Lizasa creyó muy seriamente que se trataba de un grave error y que la muerte del caballo se debía a las consecuencias kármicas de la profanación del lugar santo, dedicado a la presencia de una divinidad shinto llamada Futsu Nushi No Mikoto, ángel guardián del templo Katori Jingu y santo patrón de los esgrimistas. Así, tras una vida consagrada al sacrificio, a la purificación, a la meditación y al refinamiento del carácter, habiendo llegado a ser consejero y maestro de armas del shogun Yoshimasa, pero hastiado de la decadencia de la burguesía y de la corrupción política del ambiente cortesano, del egoísmo y la barbarie que le rodeaban por todas partes, a los sesenta años de edad Lizasa Choisai decidió consagrarse a un periodo de austeridad (gyo) entrenamiento marcial y meditación de mil días (sen-nichigyo) en la soledad de los bosques cercanos al santuario Katori. Su ascesis (gyo-misogi) consistía en periodos de meditación y estudio de la filosofía budista, entrenamiento en el arte del sable y otras herramientas clásicas, ayunos y austeridades que emanaban de la tradición esotérica de la escuela Shingon y del chamanismo animista de los monjesguerreros que vivían en las montañas, los célebres Yamabushi. Se dice que al finalizar su retiro, una noche tuvo una visión de la divinidad del santuario, con el aspecto de un joven muchacho sentado en las ramas de un ciruelo. En esa ocasión, Lizasa sensei recibió la enseñanza misteriosa y secreta (okuden) de la escuela Tenshin Shoden Katori Shinto Ryu en un volumen de estrategia marcial (heiho-shinsho).
Tras esa visión, creó su maravillosa vía marcial de sable, impregnada de su profunda sabiduría, de su ascetismo, de su gran compasión e “inspirada” por su visión celestial. Desde entonces, cada enseñanza de la escuela Katori Shinto es considerada como «kami-waza», una técnica de origen divino. Cuando algún estudiante o experto de otra escuela (ryu) lo desafiaba, como era costumbre en la época y en siglos posteriores, Lizasa Sensei le invitaba a tomar el té. Antes del encuentro, colocaba una pequeña esterilla sobre unos brotes tiernos de bambú, y se sentaba después sobre ellos en postura de meditación, sin doblarlos ni romperlos. Los adversarios comprendían entonces que se trataba de un hombre santo, de un sennin, un asceta-yogi poseedor de grandes siddhis o poderes metafísicos, y que estaban frente un tatsujin, un verdadero maestro que había realizado la “unidad con la espada”. Algunos se retiraban prudente y silenciosamente, y otros solicitaban humildemente convertirse en sus discípulos. La escuela Katori Shinto, con una antigüedad de más de setecientos años, a diferencia de otras ryu, más relacionadas con el Zen, añadió la profundidad del pensamiento budista y el ideal de la “compasión dinámica” al arte de la esgrima tradicional. Entre los mandatos de la escuela, que tenían un gran trasfondo esotérico, se enseñaba a evitar el combate, a sentir compasión hacia el enemigo y, algo absolutamente inusual en aquella época en la que las técnicas de sable terminaban inevitablemente en verdaderos rituales de ejecución, e inverosímil incluso hoy en día: perdonar la vida, redimir al enemigo, darle una segunda oportunidad de transformación.
Es de notar que los kata de la venerable escuela Katori Shinto siempre finalizan sin dar muerte al adversario, algo absolutamente inusual en el ate de la esgrima, y mas aún ¡desde hace setecientos años¡. En una época de violencia en todos los niveles sociales, de corrupción política, de latrocinio, de codicia, de avaricia, de revueltas sociales y de intrigas palaciegas (no muy distinta de la actualidad) en la que de la búsqueda de la eficacia por la vía de la astucia, de la argucia, de la delación y del engaño estaban a la orden del día, estas inconcebibles ideas constituyeron una verdadera revolución para el arte de la espada. La escuela Katori Shinto Ryu, considerada en la actualidad como Tesoro Nacional y “bien cultural de valor inapreciable”, fue la primera en permitir la entrada a gentes de toda clase y condición social. Así, no solamente nobles o miembros de la casta de los samurais, sino también hombres y mujeres del pueblo, comerciantes, trabajadores de todos los gremios y campesinos eran aceptados, transformándose en sus discípulos y muchos de ellos en grandes maestros del sable. Por medio de la meditación y de una práctica marcial severa, en la que la humildad, la discreción, la ausencia de ambición, liberada del egocentrismo sutil o evidente que caracteriza y revela con excesiva frecuencia a los estudiantes (¡y a los instructores¡) poco avanzados, y una total impersonalidad, las enseñanzas del maestro Lizasa inspiraban a cuantos se le acercaban un sentimiento de paz, de compasión y de benevolencia activa. Harigaya Sekium, un gran espadachín del siglo XVII, enseñaba que no debían imitarse los movimientos de los animales ni en el pensamiento ni en la acción. Creía que esgrimir con un bárbaro instinto animal, desde la brutal selección natural, el miedo instintivo, la astucia, el odio y el resentimiento, que tan a menudo caracterizaban a las escuelas de esa época y de siglos posteriores, era un grave error. Pensaba que el arte del sable consistía en esgrimir en armonía con los movimientos de los astros, con las energías y las vibraciones sutiles de la Naturaleza. En su enseñanza, trascendía también la idea primitiva de Ai-Uchi, (cortarse o darse muerte unos a otros) hacia Ai-Nuke: ser uno con el otro. Para Sekium, el ideal era entrar en el “espacio sagrado” del oponente, que definía con la frase: “uno solamente, dos nunca“.
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Llegó a la convicción de que no se podía acceder a ese espacio santo por medios ordinarios, y habló entonces de la absoluta necesidad de “volver a la Unidad”, a la esencia o energía primordial (ki-ichi), contrariamente a otras escuelas que proponían la fuerza, la voluntad, la astucia o el estoicismo ante lo inevitable, como base de una evolución táctica, ya que según su experiencia, esta vía desembocaba inevitablemente en “combates bestiales”. Sekium sensei, creador de la escuela de sable Mujushinryu, fue un visionario, poeta, filósofo, hombre también renacentista, que enseñaba a sus discípulos a practicar la esgrima desde el “centro del ser”, en armonía con el movimiento mismo del Universo, con gestos relajados, apacibles, sin ritmo establecido; a ser “uno con el movimiento del otro”. Alcanzó, a través del arte sublime de la espada y tal vez sin ser consciente de ello, una cima inexpugnable e inexplorada del espíritu marcial y de la evolución del ser humano. Trascendió la imagen salvaje y brutal de la búsqueda de la eficacia en el combate con espada, y creo un camino de redención, de armonía con el Universo, de paz interior y de profundo respeto por la vida. Mostró a sus discípulos, a través del arte alquímico del sable, cómo alcanzar el reino de lo sagrado. Al final de sus días, Sekium estaba convencido de que ese estado del ser era sólo accesible por la “gracia del amor” y les enseñó a sus seguidores un concepto inexpresable e incomprensible para sus contemporáneos y para otras muchas generaciones futuras: amar al enemigo.
Yamaoka Tesshu, considerado el mayor maestro de sable de todos los tiempos, nació en Edo (Tokio en la actualidad) el 10 de junio de 1836. Desde muy niño tuvo una gran atracción por la espiritualidad y aunque estudiaba confucianismo, se sentía más inclinado hacia el pensamiento Zen. Amaba escalar las montañas, alcanzar las cimas y sentarse a meditar en las cumbres, que le evocaban la imagen del espacio, de la vacuidad y de la nada. Tras una experiencia espiritual en su juventud, en la que se sintió alumbrado por la imagen del Buda de la Compasión (Kannon-Bosatsu) percibió el inmenso sufrimiento de todos lo seres como existiendo en su propio interior (“todos los seres están llorando”) y decidió dedicar su vida a la búsqueda del despertar y de la liberación. Simultáneamente comprendió que el ideal del dharma (la “justa ley “) del guerrero consistía en dar la vida por los demás y no arrebatarla; tener un espíritu de sacrificio y abnegación, llevar una existencia sobria, y aún ascética, noble siempre, que el samurai podían llegar a representar, como símbolo viviente de un ser humano con espíritu compasivo, que se consagra a sí mismo y sacrificaba su existencia en beneficio de sus semejantes, de los pobres, los sometidos, de los inocentes, de los desfavorecidos y los humildes. Durante su vida, Yamaoka dio ejemplo de una filantropía y humanismo que iban más allá de lo verosímil. Vivió en una gran sencillez, y a menudo en la sórdida pobreza. Durante años su hogar apenas medía el espacio de tres piezas de tatami, y debido a su existencia miserable, uno de sus hijos murió de desnutrición. Yamaoka, aun en esa penosa situación, meditaba en postura de loto en una esquina del minúsculo habitáculo, hasta sumergirse en la vacuidad del ser. Sus biógrafos afirman que alcanzó tres veces el estado de despertar o “satori”. Hombre de valor y fuerza de carácter, se cuenta que cuando era maestro de armas y consejero del joven e impetuoso emperador Meiji, en una ocasión lo arrojó airadamente por lo suelos (dícese que incluso lo pateó) al encontrarlo ebrio, recriminándole su lamentable estado y su deshonroso ejemplo. El monarca le pidió perdón humildemente por su incalificable conducta. Era tal su nivel de destreza marcial, fruto evidente de su estado de conciencia, que al final de sus días combatía sin espada, simplemente esquivando, sonriente, los tajos de sus adversarios, que finalmente se rendían o caían agotados. El mismo se había sometido a entrenamientos inhumanos, como batirse en duelo embutido en precaria armadura de su creación ¡contra mil adversarios seguidos¡ sin descanso, sin comer y únicamente bebiendo de vez en cuando un poco de agua. Un combate libre (shiai) que podía durar hasta tres días. Pocos de sus seguidores han podido imitar a su maestro en tal hazaña física, o más bien, metafísica, e incluso se dice que algunos perdieron la vida por deshidratación y agotamiento.
Tras su llorada desaparición, semejante maestría nunca ha podido ser alcanzada por nadie, y los misterios de su escuela, la Muto-Ryu o del “sable-del-no-sable”, posiblemente se hayan perdido para siempre. Su gran compasión, su sobriedad, su profunda humildad, su alegría íntima y reveladora de un alma inmensa, y su gran valor —características de un tatsujin, de un verdadero maestro de la espada— dan fe de la eficacia de su sistema marcial.
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Considerado un calígrafo insuperable, y ya moribundo, depuso la espada y esgrimió la excelencia de su pincel impregnado de compasión, para dar vida a más de cien mil abanicos, considerados valiosas obras de arte, para que los numerosos pobres de su época pudieran venderlos y sobrevivir en tiempos de penuria y hambrunas. Tal vez a mediados del siglo XX solo otro hombre universal, el gran maestro Morihei Ueshiba, descubridor del Aikido, llegó a alcanzar un similar estado de despertar espiritual. Ueshiba O-sensei era un hombre extremadamente espiritual, un gran guerrero y un profundo asceta, que desde su juventud había adoptado como regla de vida (al igual que su maestro Onisaburo Deguchi, líder de la orden religiosa-esotérica O-Moto-Kyo) el antiguo y venerado mandato de kyokaku: “protector del oprimido y enemigo del fuerte”, al igual que algunos célebres samuráis del pasado. Más tarde, el propio Morihei adoptaría para el resto de su vida un concepto filantrópico y universalista aún superior, que define magistralmente el ideal santo de la caballería espiritual, con el que expresaba a su vez el añorado designio del tasujin, del Hombre-Sable, del hombre bueno, bienhechor, fuerte, justo y compasivo, realizado a través de arte sublime de la destreza espiritual, y por medio de la “espada de compasión airada”: Ban-Yu-Ai-Go: “protección amorosa de todo lo que existe”. A decir verdad, la esencia misma del Aikido, este sublime “Arte de la Paz”, emana de conceptos, inspiraciones, estados de consciencia e iluminación muy similares a los de Lizasa Choisai Ienao, Hariyaga Sekiun o Yamaoka Tesshu. ¡Tal vez un solo ser humano realizado a través de la vía de sable, un solo tatsujin en cada siglo, desde la edad media hasta nuestros días, sea suficiente para mostrar el camino, para desbrozar el sendero del “filo de la navaja” a innumerables buscadores del despertar. Como curiosa e inspiradora anécdota, diremos que las caligrafías de estos maestros del espíritu y del sable se asemejan tremendamente, pues poseen una casi idéntica fluidez y espaciosidad; son circulares, acuáticas, sin ángulos, de un solo trazo, sin aristas, impregnadas de su profundo kokyu, de su alma o “soplo del espíritu”, de su amor sin reservas, revelando así su carácter armonioso y compasivo, su mente expandida, su conciencia esclarecida.
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Un mismo estado de la mente, una misma cima de iluminación alcanzada por medio de una vida de meditación, renuncia al mundo, sufrimiento personal, de implacable lucidez y de “compasión activa”.

El sable y la via

En las artes, el Zen ocupa un lugar privilegiado. Algunas son específicamente Zen, incluso sobre un plano puramente histórico, tales como la ceremonia del té, el arte de las flores, una parte importante del arte de los jardines, el arte de la alfarería en todo un periodo de su evolución. Otras fueron profundamente transformadas y para decirlo así recreadas por el Zen, como la pintura y la caligrafía, y las artes marciales.Cuando el Zen llega al Japón, encontró a un pueblo cuya ocupación habitual era la guerra: guerras civiles, violencias, expoliaciones, masacres deportaciones, separaciones, eran desde el norte hasta el sur del país, la suerte común de los japoneses de esa época.

El genio del Zen transformó las técnicas brutales de la guerra en artes que no se preocupaban mucho de la eficacia guerrera sino de la búsqueda de sí mismo. Todas estas técnicas se convirtieron en método de perfeccionamiento espiritual. El sable, el arco y las flechas ya no eran instrumentos de muerte, sino soportes de meditación. Este combate se volvió un combate puramente espiritual, el enemigo fue descubierto en sí mismo, en las ilusiones del ego que nos impiden ver nuestra verdadera naturaleza y a las que hay que destruir sin piedad.

Bajo esta maravillosa influencia, nació el Bushido, conjunto de principios morales, código de honor, disciplina caballeresca que recomienda la cultura de cualidades físicas y morales, el coraje, la simplicidad y la frugalidad, la lealtad y la justicia, el desinterés y el menosprecio de la muerte. Tanto y tan bien que el Zen fue llamado “ la religión de los samuráis”.Aparentes u ocultos, se encuentran todos estos elementos en las artes marciales modernas, y más especialmente en el kendo, en el caído, arte de la manipulación del verdadero sable, y en el tiro con arco. Se los encuentra también en el espíritu del aikido, codificación moderna de las más antiguas artes de auto-defensa.

También existen, pero de una manera menos aparente, en el judo.Sea cual sea el arte que practiquéis, sea cual sea la manera de practicarlo, siguiendo cada uno su temperamento, no podéis impedir que un día u otro encontréis el Zen y que seáis profundamente impregnados por su esencia.

El Zen puede ayudaros en esta lucha de todos los instantes que es la vida moderna, y permitiros, mejor que cualquier otra influencia espiritual, encontrar este equilibrio físico y moral que tan ávidamente busca el hombre del siglo XX.Un día, desde la cima de un promontorio, un hombre veía el mar por primera vez en su vida.“!Que bello! ¡ Que grande!” decía con el aliento cortado.“Y eso que no ves más que la superficie!”, le dijo su amigo.El Zen y mi maestro Taisen Deshimaru me han enseñado a ver algo más que la superficie del mar, algo más que lo exterior del mundo, algo más que la apariencia del hombre, algo más que las técnicas de artes marciales. Ellos me han enseñado a encontrar a través de su ruda educación y no sin dolores algunas veces, el verdadero sentido de las artes marciales y el verdadero sentido de la vida.Deseo que los lectores de este libro y todos los practicantes de artes marciales sepan también apreciar y conservar esta inestimable maravilla que Taisen Deshimaru Roshi les ofrece con toda su experiencia de artes marciales aclaradas en sus profundidades y sublimadas por su enseñanza: esta enseñanza superior es zazen, la meditación sedente del Zen, que es el común denominador y el punto en el que culminan todas las prácticas, todas las artes, todas las maneras de vivir.

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Reflexiones sobre Iaido de un maestro Japones


KI

“Tienes que sentir siempre cómo tu espina dorsal va desde la nuca al cóccix.

La nuca es el centro de la vida así como el vientre es la sede de la respiración. Mete un poco la barbilla, enderézate y mantén la nuca ligeramente extendida, sin tensión excesiva. La nuca tiene que estar plena y vibrante. Tomando conciencia de la energía a este nivel, tienes que esforzarte en sentir la circulación del ki en toda la espina dorsal. Baja los hombros para que tu respiración no suba.

KI

“Cuando tenemos el sable en el cinturón, hemos de aprender a sentir el lugar donde se encuentra la fuente de irradiación del ki. Según las instrucciones que yo mismo he recibido, existe un rayo de fuerza que se irradia naturalmente desde el vientre, por lo menos en quienes tienen el vientre bien colocado. Cuando sacamos el sable, tiramos de la empuñadura justo delante de nosotros en la dirección de este rayo, que se utiliza para ganar velocidad y potencia. Para llegar a utilizar este rayo eficazmente, la primera idea es la de empujar el vientre hacia delante con el pensamiento de extraer el sable de la funda. Si esto se hace bien, el kiai baja y la fuerza se puede sacar con más facilidad. Sabiendo que la consciencia vuela sobre los hombros del ki, podrás quizá comprender cuál es realmente la utilidad de exteriorizar toda la energía hacia el exterior. Un último consejo, debe de salir tanta fuerza de las manos como del vientre. Todo esto es indispensable para practicar de una manera más eficaz en todos los planos.”

INTUICIÓN

En este punto de tu entrenamiento necesitas utilizar tus ojos físicos y tu ojo espiritual. De ahora en adelante vas a realizar un ejercicio que consiste en intentar percibir más allá de la vista. El ejercicio comienza en el momento en que haces chiburi para sacudir la sangre cuando cambias de mano para coger la funda, hasta el momento en que enfundas el sable lentamente y que llegas a ese estado llamado zanshin. El ejercicio consiste en mantener la vista fija ante ti y al mismo tiempo intentar con todo tu empeño ver lo que ocurre en la zona no visible. La zona visible forma un semicírculo delante de ti, del cual tú eres el centro. La zona invisible está detrás de ti, es el otro semicírculo. Delante es el símbolo del no-yo, detrás el del Yo. Tienes que reunir los dos semicírculos para hacer un círculo completo y plenamente conseguido. Solamente entonces, manteniéndote presente en el centro de esta unidad encontrada, serás capaz de ver la verdad. Para alcanzar este resultado has de esforzarte en percibir con el ojo del espíritu lo que pasa en ese medio círculo invisible que está detrás de ti. Has de intentar percibir hasta el mínimo detalle y permanecer perfectamente concentrado en esta intención. Esto despierta el ojo del espíritu que el budismo esotérico sitúa muy exactamente en la base del cerebro. Existen otros medios, como el de adivinar lo que se encuentra en el corazón de un brote cerrado, o saber la hora sin mirar el reloj, etc. Los resultados son sorprendentes y un día se establece el círculo completo de visión alrededor de ti. Sin embargo, se trata menos de prolongar tu campo de visión que de llevar a éste a tomar consciencia de un universo más sutil de fuerzas y de pensamientos. Es un trabajo menos horizontal que vertical, y un medio de sumergirse en la realidad subjetiva que late en el corazón del mundo que nos rodea.”

DESENVAINAR

Esta acción de sacar un poco la hoja de la funda era en otro tiempo importante, pues un samurai encontrado muerto sin que tuviera el reflejo de despegar la hoja de la funda era deshonrado por no haber siquiera presentido el ataque. A partir de este momento de intensa visualización, el sable sale con la sensación de ser empujado por el vientre, lentamente y cada vez más rápido y fluye como un relámpago hacia los ojos del adversario. Este corte horizontal se hace con el extremo del kissaki. La precisión de este corte es tal que un maestro digno de este nombre debe poder cortar las pestañas del oponente sin tocarle los ojos. He repetido este movimiento miles de veces. Los múltiples detalles técnicos y mentales me impedían estar en sintonía con el “buen momento”, y el maestro Takeuchi gritaba entonces “¡unidad, unidad!” Lo que le interesaba al maestro era la unidad psicoemocional que hay que realizar entre el sable (ken), el cuerpo (tai) y la energía (ki). Todo esto debe de estar unido en el momento supremo en que el brazo extendido se supone que va a cortar los ojos del adversario.

-“¡La nuca más fuerte! ¡Contén el diafragma! ¡Entra en ti mismo, permanece derecho, mete los riñones, aprieta los dientes, recoge los codos, baja los hombros!…”

UNIDAD

-“Busca la unidad en el corazón de la acción. Busca la fuente de la energía y, desde la fuente, desde el centro, expande la fuerza hacia los pies y las piernas, luego hacia el torso, los brazos y la cabeza. Reúne todas estas partes en un solo todo. Necesitas sentir el todo y no pensar más que en términos de todo. Un movimiento no se reduce nunca a la acción de un solo miembro. El movimiento es el del ser humano en su totalidad. Mientras bloqueas o golpeas, participan tu espalda, tu vientre, tus manos e incluso tus órganos internos. Solo mediante una concentración mental sin fallos alcanzarás esta sensación de unidad. Intenta desde ahora unir los opuestos, pero atención, lo alto no puede actuar sin lo bajo, ni lo de delante sin lo de detrás, ni lo lleno sin lo vacío. La mente y el cuerpo no pueden ni deben separarse de ninguna manera.”

INTUICION

Cuando se alcanza este estado, la consciencia sufre a veces extrañas modificaciones. Por ejemplo, un adversario, incluso rápido, será percibido como a cámara lenta y es fácil anticiparse a su acción. Pero esto implica la realización de dos esfuerzos que preceden siempre al hecho de ser un testigo desapegado:

  1. Es necesario afanarse cada día en disolver el ego.
  2. Es necesario estar presente en el cuerpo cada segundo de la vida. Entonces

sólo pueden disociarse el Ser y el no-ser.

“-Eso es siempre un problema de apego a los sentidos. Lo que te impide combatir sin reflexionar es el deseo de ganar y el miedo a perder, pues es verdad que si uno se decide a abandonar en parte las percepciones de los cinco sentidos y a entrenar la percepción interna, va a pasar un período de tiempo durante el cual va a ser difícil conseguir una victoria. Es el sacrificio indispensable para superar los propios límites y alcanzar el Ser”.

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El Honor

El pundonor obliga muchas veces a los japoneses a hacer cosas que por lo extraordinarias parecen imposibles, como lo demuestra este caso real:

Dos grandes de la corte del Emperador que se encontraron en la escalera del palacio, rozaron por casualidad sus espadas al pasar; el que bajaba se sintió ofendido, a pesar de la excusas que el otro procuró darle, diciendo que el choque había sido casual y de ninguna consecuencia, pues se reducía a haber estado en contacto dos espadas de igual valor y mérito. Voy a probaros contestó el primero, la diferencia que hay de vuestra espada a la mía, y sacando el puñal se abrió el vientre. Sube el otro sin desplegar los labios, sirve al Emperador un plato que para su mesa llevaba en las manos, vuelve sin dilación a encontrar a su adversario que halló espirando, y le dice: si no hubiese tenido necesidad de servir a mi amo, me habría anticipado a vos; pero ahora que estoy desocupado, y ya que aquello me fue imposible, voy a seguiros, y hundiendo la hoja del puñal en su vientre, murió contento por haber hecho ver que su espada valía tanto como la del otro. Dos occidentales se habrían desafiado, y dado muchas cuchilladas, lo que no sé si sería menos bárbaro; pero es evidente, que en este particular poco tenemos que echarles en cara, y menos aún, si se toma en consideración que siendo entre ellos una gran deshonra el temer a la muerte, se encuentran muchas veces en la precisión de tenérsela que dar, para llenar este que consideran sagrado deber.

Un noble de Fingo, tenía una esposa de sin par belleza, de la cual era sumamente amado, lo que hubiera hecho su felicidad, si {el hubiese sabido ocultar su bienestar; pero habiendo llegado su dicha a noticias del emperador, le acarreó la muerte. Pocos días después hizo este Príncipe llamar a la viuda, para obligarla a permanecer en su palacio; a lo que ella contestó que estaba muy agradecida del insigne honor que recibía; pero que le pedía sin embargo la permitiese llorar a su esposo por espacio de 30 días, y despedirse después de sus parientes en un banquete que les pensaba dar; a cuya demanda, no solamente accedió el Emperador, sino que quiso además honrar el convite con su presencia. Después de levantada la mesa se dirigió la viuda a un balcón como para contemplar el campo, y se precipitó a la calle en donde se hizo pedazos, pues había tenido cuidado de disponer el festín en el piso más elevado de la casa. Este suicidio tan bien premeditado, y con tanta sangre fría ejecutado, tuvo solo por objeto poner a salvo su honor, y conservar la fidelidad que había jurado a su marido. Los japoneses son sobrios y tienen gran facilidad en dominarse a sí mismos, son de una gran nobleza y grandeza de alma, son también de carácter más bello y noble y pocos ignoran el rasgo de abnegación de aquellos 3 hermanos, que no sabiendo cómo alimentar a su madre que se hallaba en la indigencia, sacaron suerte entre sí, para que uno de ellos fuese entregado por los otros a los tribunales como culpable de un crimen, cuyo autor se buscaba, y cuya captura debía ser remunerada con una cantidad considerable de dinero.

Extraído de:

Historia del Japón y sus misiones

Pierre Francois – Xavier de Charlevoix

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Shaolin: Documental sobre estos Monjes guerreros.

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En la actualidad muchas veces hemos oído o visto en documentales y o películas a los famosos Monjes Guerreros del Monasterio Shaolin, pero cuál es su origen realmente y cuál es su historia. Cuando nos referimos a los Monjes Guerreros (Chin.: Wǔsēng 武僧) tenemos que tener en cuenta que más allá del nombre encierran una tradición. Estos monjes se hicieron famosos a través de sus habilidades en las artes marciales (Chin.: Wǔgōng 武功) y vivieron épocas de gran prosperidad en la antigua China.

Su origen se remonta a la Dinastía Tang (Chin.: Tangchao 唐朝, 618-907) y según la historia  los predecesores de los monjes guerreros fueron los monjes soldados (Chin.: sēng bīng 僧兵).

Placa otorgada al Templo Shaolin por el segundo Emperador de la Dintasía Tang Li Shimin.

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La historia habla de una lucha por el poder que tuvo lugar entre Wang Shichong (Chin.: Wáng Shichong 王世充) que era un rebelde de la caída Dinastía Sui (Chin.: Suícháo 隋朝, 581-617) y el primer Emperador de la dinastía Tang, Li Yuan (Li Yuan 566-635 dC). Wang Shichong, había establecido su campaña cerca de la ciudad de Luoyang  y tomado el control de la región de Henan, incluyendo el área alrededor  del Monasterio Shaolin (少林寺).

El hijo del  Li Yuan,  Li Shimin 李世民 (el segundo emperador de la Dinastía Tang) quedó aprisionado en Luoyang. Para salvar a su hijo Li Shimin, Li Yuan buscó la ayuda del Monasterio Shaolin para reprimir la revuelta dirigida por Wang Shichong王世充 y rescatar a su hijo. El abad del monasterio Shaolin Zhi Cao y doce monjes más armados con palos dirigieron un ataque sorpresa contra las tropas de Wang Shichong creando la confusión entre los rebeldes y capturando al sobrino del General Wang, Wang Renze. Finalmente Wang Shicong se entregó a si mismo.

Dentro del monasterio de Shaolin hay una inscripción en piedra (Chin.: Shibei 石碑) firmada por el segundo emperador de la Dinastía Tang, Li Shimin, que rinde homenaje a los monjes de Shaolin por su ayuda en el sometimiento de los rebeldes y por consiguiente, permitir a la dinastía más gloriosa en la historia de China comenzar efectivamente.

En agradecimiento al servicio de los monjes de Shaolin, el Emperador Li Shimin amplió las tierras para el templo y oficialmente les concedió permiso para entrenar a una unidad de soldados armados que podrían proteger el templo y servir a la dinastía cuando se le solicitase. Los monjes de esta nueva unidad se llamaron “Sengbing” (monjes soldados). Por un edicto Imperial se les permitió tomar menos preceptos que el resto de los monjes plenamente ordenados y fue así que se dió comienzo de una nueva tradición y clase de monjes únicos del Monasterio Shaolin.

Actualmente en el Monasterio Shaolin viven más de 300 monjes (Chin.: heshang 和尚) y cerca de 400 acólitos de los cuales sólo 100 de ellos son monjes guerreros (Chin.: Wǔsēng 武僧) y los principales propagadores de la cultura de Shaolin en todo el mundo.

Durante las últimas décadas el kung fu Shaolin ha atraído a muchos simpatizantes pero es sólo una muy pequeña parte de la verdadera cultura de Shaolin que tiene el Dharma como su centro.

El Venerable Shi Su Xi fue uno de los monjes Shaolin más respetados, y maestro de la mayoría de los monjes de la generación “de” y “xing”, del Templo de Shaolin. Pasó más de 70 años dedicados a la protección y propagación de la tradición de Shaolin. Antes de morir dijo en relación a la filosofía de Shaolin:

“Shaolin es Chan, no Quan (puño)” (Shaolin shì Chán, bushi Quan 少林是禅不是拳)

Amituofo

Fuente: shaolinspain.com

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Karate y Zen

Karate y Zen es uno

Extractado del capítulo “Jutsu y Do – El Arte y el Camino”, del libro de Seikichi Toguchi: “El Zen y el Camino del Guerrero”. “No existe puerta en el camino de la vida que rehúse abrirse ante aquellos que quieren pasar. Si quieres ir a cualquier parte, no importa qué camino elijas, hay miles y todos son buenos. Si, con suerte, alcanzas tu meta, el camino desaparecerá y tú te convertirás en el camino”. “No hay un camino para vuestra vida. Vosotros mismos sois el camino”. Estos son dos dichos que se oye repetir a menudo a los budistas Zen. Ilustran bien la complejidad del concepto de “Do” -el camino. Sin embargo, también es evidente que el camino es lo bastante accesible como para que se le pueda encontrar en nuestra vida diaria. Hoy en día, hacemos referencia a la mayor parte de las artes marciales con el apelativo “-Do”: por ejemplo, Karate-Do. En sus orígenes, todas las artes marciales se llamaban “Jutsu” (técnica).

La esgrima era Ken-Jutsu, el tiro con arco, Kyu-Jutsu, el Karate, Karate-Jutsu, y así con todas. Cuando Jigoro Kano, el fundador del Kodokan y el Judo moderno, cambia el nombre de Jyu-Jutsu por Jyu-Do (Judo), numerosos artistas marciales siguieron su ejemplo. Ken-Do, Kyu-Do, Karate-Do. ¿Por qué este cambio?. Para comprenderlo, hemos de conocer la diferencia entre Jutsu y Do. Jutsu se refiere a la destreza, al grado o al nivel de habilidad, o a la competencia técnica, que solo algunas personas pueden alcanzar en determinadas disciplinas, después de muchos años de un duro entrenamiento especializado. En los tiempos antiguos, los artistas marciales, cualquiera que fuese su disciplina, trataban de lograr este nivel técnico de Jutsu. Do, por otra parte, va mucho más lejos. Como ya hemos mencionado, significa “camino”. En un sentido alegórico, este camino es el camino de la vida, el camino que todos los hombres deben seguir para hacer realidad su naturaleza profunda. Para el budismo Zen, la meta de la vida es la iluminación espiritual, y el Do es el camino hacia esta iluminación. También es esta iluminación la meta de las artes marciales. Incluso en los tiempos antiguos, el practicante de un arte marcial se esforzaba en llegar al Jutsu, no por la técnica en si misma, sino como un medio de seguir el Do y de alcanzar la iluminación. Para revelar al mundo moderno su aspecto profundo, las artes marciales han cambiado sus nombres de Jutsu a Do. Así, Karate-Do significa el camino hacia la iluminación a través de la práctica del Karate. Seguir el Do puede ser para nosotros algo fácil y natural. Pero debe seguirse este camino toda nuestra vida si queremos realizar nuestra verdadera existencia y ser realmente nosotros mismos. De este modo, seguir el camino puede ser a la vez fácil y natural, y extremadamente difícil.

La mayor parte de nosotros no es capaz de encontrar el camino, o, una vez encontrado, mantenerlo. Hace falta un espíritu fuerte, y perseverancia. La vida de los monjes Zen es un ejemplo de, a la vez, la simplicidad y la dificultad del camino. En el Dojo de Karate siempre somos muy corteses entre nosotros. Una vez fuera de éste, algunos nos dejamos dentro la cortesía y los buenos modales. Somos una persona dentro del Dojo, y otra fuera. Muchos alumnos piensan que es posible que vayamos al Dojo para aprender cortesía y buenos modales al mismo tiempo que las técnicas del Karate. Por supuesto, está bien que se aprendan estos aspectos del Karate: es mejor que no aprender nada en absoluto. Pero este no es el verdadero sentido del Karate. No quiero decir que no tengáis necesidad de aprender cortesía y modales: mas bien que ya deberíais conocerlos antes de entrar al Dojo. Debo añadir que en un Dojo de Karate debeis aprender algo más elevado que las técnicas y que las cortesías, si pretendéis encontrar allí el camino. El Karate debe impregnar por completo vuestra vida, tanto dentro como fuera del Dojo. Debéis convertiros en una sola persona, vosotros mismos, vuestro auténtico “yo”.

Fuente: por Jose Luis Pereyra, publicado en revistainfotigre.com.ar / jlgarcia.galeon.com

ZEN Y LAS ARTES MARCIALES (extracto)

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TAISEN DESHIMARU

Vosotros y yo somos diferentes. ¡Si no se pueden encontrar soluciones a la propia vida se llega a un callejón sin salida! Aquí y ahora, ¿cómo crear nuestra vida? Se proyecta una película y si se detiene, la imagen se vuelve fija, inmóvil. Las artes marciales y el Zen tienen en común la creación y la concentración de la energía. Concentrándose “aquí y ahora” y exteriorizando la verdadera energía de nuestro cuerpo, se puede observar y recargar. Cuando se abre la mano, se puede obtener todo. Si se cierra la mano, no se puede recibir nada. En las artes marciales, hay que penetrar los elementos, los fenómenos, y no pasar al lado de ellos. Las artes marciales son pues esencialmente viriles, ya que el hombre penetra a la mujer. Pero en nuestra época todo el mundo quiere economizar su energía y se vive a medias. Siempre se esta incompleto. Las gentes viven a medias, tibias como el agua del baño.

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Hay que aprender a penetrar la vida.

Así, el secreto de las artes marciales es aprender a dirigir el espíritu, Ryu Gi. Esto forma la base de las técnicas corporales. El espíritu debe volverse la sustancia. El espíritu es la sustancia, sin forma pero algunas veces tiene una forma. Cuando la actividad del espíritu llena todo el cosmos entero, este espíritu aprovecha las ocasiones, tiene una posibilidad de evitar los accidentes y puede atacar las diez mil cosas en una sola. Esto significa que, durante un combate nuestro espíritu no debe ser influenciado por ningún movimiento del adversario, por ninguna de las acciones de su cuerpo y de su espíritu. Nuestro espíritu debe dirigirse libremente, no tener la esperanza de atacar al adversario, ni dejar de prestarle atención. Se debe estar completamente atento de instante en instante.

En nuestra vida cotidiana es lo mismo. Algunas personas solo piensan en el dinero, ya que este permite satisfacer todo. Ahora bien, por él, pierden su honor. Otros solamente desean honores y pierden su dinero. Algunos se concentran solamente sobre el amor, pierden su dinero y su energía. “Pero nuestra dicha no existe de un solo lado.”

Debemos crear nuestra vida, volvernos libres, desapegados, solamente atentos al aquí y ahora: todo se encuentra aquí.

“El reflejo de la luna en el rió esta siempre en movimiento. Sin embargo, la luna existe y no se va de ahí.” Se queda pero se mueve. En un poema muy corto sobre el secreto del Zen y de las artes marciales, y un gran koan. La corriente del agua no vuelve nunca hacia atrás. El agua pasa, pasa… pero la luna no se mueve. Durante un combate, el espíritu tiene que ser como la luna, pero el cuerpo y el tiempo pasan, pasan como la corriente. El instante presente no vuelve jamás. Durante zazen, cada una de nuestras inspiraciones y expiraciones es la de ahora, y no vuelve nunca. Es posible rechazar la respiración, pero la de ahora no es la de antes. La respiración de después no es nunca como la de antes. Ayer era ayer. Hoy es hoy. Es diferente. Yo digo siempre que debemos concentrarnos “aquí y ahora”, crear “aquí y ahora”. De esta manera, uno puede volverse “fresco”, nuevo. El zazen de hoy no es el mismo que el de ayer. El zazen debe ser siempre fresco, “aquí y ahora”. No debéis relajaros durante zazen, ni durante el entrenamiento a las artes marciales. Hacerlo a medias no es bueno. Hay que hacerlo hasta el fondo darse totalmente. No debemos retener restos de energías. Concentrarse significa la salida completa, la descarga total de la energía. Esto debe encontrarse en cada uno de los actos de nuestra vida.

En el mundo moderno, vemos todo lo contrario; los jóvenes viven a medias y están muertos a medias. Tienen una sexualidad incompleta. Y durante su trabajo o durante zazen piensan en el sexo, e inversamente: así sucede en todos los actos de la vida.

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Pero si se descarga totalmente la energía, se puede absorber energía fresca que fluye como la corriente del agua.

Durante un combate, si se economiza un resto de energía, no se puede ganar. Este es un secreto de las artes marciales. No debemos depender de los wasa, de la técnica. Hay que crear. Si un hombre rico da dinero a su hijo, éste no aprende a ganarlo. E, inversamente, el hijo de un hombre pobre sabrá crear el método para procurárselo. Las artes marciales no son un teatro ni un espectáculo. Esto no es el verdadero Budo. El secreto de las artes marciales, decía siempre Kodo Sawaki, es que no hay victoria ni derrota. ¡No se puede vencer ni ser vencido! El deporte y las artes marciales son diferentes. En el deporte, hay tiempo. En las artes marciales no hay más que el instante. Por ejemplo, en el baseball, el “bateador” espera la pelota, existe el tiempo: la acción no se produce en el instante. Lo mismo sucede en el tenis, en el rugby en el fútbol, en todos los demás deportes. ¡El tiempo pasa y permite pensar en algo durante un pequeño momento mientras que se espera! En las artes marciales no está el tiempo de espera. La victoria y la no-victoria, la vida o la no- vida, se deciden en un instante. Hay que vivir en el instante: aquí es donde la vida y la muerte se deciden totalmente.

MONDO

P. —A propósito de los exámenes de acceso para adquirir los grados, los Dan, un maestro nos dijo un día que tres cosas eran importantes: shin, wasa, thai…el espíritu,

la técnica, el cuerpo. ¿Cuál es la más importante?

R. —En las artes marciales como en el juego de Go, conocer bien la técnica es muy práctico. Sucede a veces que en un ser joven el cuerpo sirve de elemento fundamental, mientras que en un hombre de más edad, técnica y espíritu predominan. De hecho, lo más importante es shin, el espíritu. Después viene la técnica y el cuerpo. En los demás deportes, sobre todo en Occidente, la fuerza del cuerpo debe ser la más desarrollada. No es este el caso en las artes marciales; en judo, el cuerpo debe ser formado, pero es secundario en relación a la técnica y al espíritu-intuición necesario para aplicarlo bien. Si técnica fuerte y cuerpo fuerte luchan juntos, es la técnica la que vencerá. Si un espíritu fuerte combate una técnica fuerte, es el espíritu el que vencerá ya que sabrá encontrar el punto débil. Se conoce la historia del samurai que, después de una riña, combatía con un obrero. Aquel le hizo un hábil estrangulamiento mortal y el obrero se ahogaba cuando, en la punta de sus dedos, palpo los testículos de su adversario, los cuales agarro y apretó con todas sus fuerzas. Al cabo de algunos instantes, el samurai estuvo obligado a soltar presa, vencido…

El entrenamiento no debe estar concentrado únicamente sobre el desarrollo del cuerpo. Evidentemente, en los torneos modernos, no se lucha a vida o a muerte, sino para ganar puntos: por lo que la fuerza del cuerpo y la técnica es suficiente. En los tiempos antiguos, era completamente de otra manera puesto que la vida se encontraba en juego: entonces la intuición lo decidía todo, como último recurso.

Hoy día, se debería volver a encontrar esto; en cada combate, hacer como si la vida dependiera de el, incluso con los sables de madera. Entonces, las artes marciales encontrarían su verdadero lugar; la practica de la vía. Si no, no se trata más que de un juego…

Fuerza de cuerpo, técnica y fuerza de espíritu están, de hecho, más o menos en igualdad, pero es siempre shin, el espíritu, el que decide el resultado del combate.

Ya os he contado la historia del samurai que vino a ver al legendario Maestro Miyamoto Musachi, y le pidió que le enseñara la verdadera vía del sable. Este último acepto. Convertido en su discípulo, el samurai pasaba su tiempo, bajo la orden del maestro, acarreando y cortando leña, yendo a buscar agua a una fuente alejada. Y esto, todos los días, durante un mes, dos meses, un año, tres años. Hoy día, cualquier discípulo hubiera huido al cabo de algunos días, incluso de algunas horas. El samurai continuaba y de hecho, entrenaba su cuerpo. Sin embargo, al cabo de tres años ya no pudo aguantar mas y le dijo a su maestro: “¿Pero que entrenamiento me hace usted seguir aquí? Desde mi llegada no he tocado un sable. ¡Paso mi tiempo cortando leña y transportando agua! ¿Cuándo me iniciara usted?”. “Bueno, bueno”, respondió el maestro. “Voy a enseñarte la técnica, ya que lo deseas.”Le hizo entrar en el doyo y, cada día, desde la mañana hasta la noche, le ordeno que caminara sobre el borde extremo del tatami y que diera así, paso a paso, sin equivocarse, la vuelta a la sala.

P. —Pero esa es exactamente la manera que se debe tomar en el Kendo, un pie en la línea del otro, después deslizarse…

R. —Sí. De esta manera el maestro le enseño la concentración sobre la marcha. Concentrarse sobre un acto, hacerlo perfectamente. Ya que los detalles de la técnica, los trucos, los pasos, son de hecho secundarios con relación a la concentración. Si se está suficientemente concentrado, un gesto, uno solo, es suficiente.

Por consiguiente, el discípulo caminó a lo largo del borde del tatami durante un año. Al cabo de ese tiempo, dijo al maestro: “Yo soy un samurai, he practicado mucho la esgrima, he encontrado a otros maestros de kendo. Ninguno me ha enseñado como usted lo hace. Por favor, enséñeme la verdadera vía del sable.””Bien, dijo el maestro, sígueme. “Lo condujo lejos, a un lugar en el que se encontraba un trozo de madero que atravesaba un precipicio de una profundidad increíble, aterradora” : “He aquí dijo el Maestro, tienes que atravesar este pasaje.” El samurai discípulo no comprendía nada de aquello y, de cara al precipicio, dudaba, sin saber que hacer. De pronto, oyeron detrás de ellos un toc.toc, el ruido de un bastón de ciego. El ciego, sin prestar atención a su presencia, paso al lado de ellos y atravesó sin dudar, tanteando con su bastón el madero que franqueaba el precipicio. “¡Ah pensó el samurai, empiezo a comprender. Si el ciego atraviesa así, yo debo hacer lo mismo.” En este instante el Maestro le dijo: “Durante un año, has caminado sobre el borde del tatami que es mas estrecho que este tronco, así que debes pasar.” El samurai comprendió y…atravesó de una vez el puente. El entrenamiento estaba completo: el del cuerpo durante tres años; el de la concentración sobre una técnica (la marcha) durante un año, y el del espíritu de cara al precipicio, de cara a la muerte.

P.–¿Pero por que el espíritu es lo más importante?

R. —Porque, a última hora, es él quien decide.

En las artes marciales japonesas, desde los tiempos antiguos, un solo gesto justo provocaba la muerte. De aquí viene la lentitud, la concentración de los movimientos antes del ataque, Un golpe, y se acabó: un muerto, algunas veces dos, si se daban los golpes justos. Todo se juega en un instante. En este instante, el espíritu decide todo, técnica y cuerpo lo siguen. En todos los deportes de hoy día existe un tiempo de espera. En las artes marciales no hay tiempo de espera: si se le espera aunque solo sea un poco, el espíritu debe estar sin cesar concentrado sobre la situación, dispuesto a atacar o reaccionar. De aquí su importancia primordial.

P. —Pero ¿cómo elegir la técnica de ataque?

R.—No es cuestión de elegir. Ello debe hacerse inconscientemente, automáticamente, naturalmente. El pensamiento no puede intervenir ya que si no, hay tiempo de espera, por consiguiente fallo. La conciencia permanente, despierta de la situación global es pues esencial para que surja el gesto justo: la conciencia selecciona un golpe, técnica y cuerpo parten hacia delante. Y se acabó.

P—Por ejemplo en kendo. Hay un golpe llamado debana wasa: se trata de atacar antes de que el adversario lo haga, de golpear antes de que él golpee. Por consiguiente, en esta técnica del debana, la intuición es en efecto muy importante.

R.—¡La intuición es siempre esencial! Si el adversario os da un golpe inesperado, debéis tener entonces la intuición de la parada, la conciencia de la huida. ¡Para salvaros del golpe! Conciencia que provocará la reacción del cuerpo y de la técnica apropiada. ¡Pero si pensáis en ese momento: “Debo utilizar tal o cual técnica”, en el instante de vuestro pensamiento, seréis tocado! La intuición desencadena el cuerpo y la técnica. Cuerpo y conciencia se unen: se piensa con el cuerpo entero, se emplea totalmente en la reacción.

Es por esto por lo que es difícil hacer categorías sobre la importancia o la jerarquía de shin, el espíritu, wasa, la técnica, y tai, el cuerpo. Deben estar unidos, No separados. Es su perfecta unión la que crea el acto justo. No su separación. La unidad total.

En las artes marciales japonesas, la Vía del sable, el kendo, ha sido considerada siempre como el arte más noble de combate, ya que es la que mejor une estos tres factores: conciencia-intuición, cuerpo y técnica.

P.—En el mundo, doce millones de personas practican el kendo, seis millones el judo, cinco millones el kárate, un millón el aikido, y doscientas mil personas el tiro con arco, el kyudo…

R.—En todas estas artes marciales, la unidad entre el espíritu, el cuerpo y la técnica es esencial.

Pensar y después golpear no es el gesto justo. Hay que atrapar suki, la ocasión, la oportunidad. Esto es muy importante. El pensamiento no puede hacerlo. Solamente la conciencia puede atrapar la oportunidad de la acción. El vació en el que hay que actuar.

P.— El momento oportuno…

R.—La oportunidad para el acto. La ocasión de ataque. Aprovechar el defecto. Por intuición, y este es un punto muy importante, hay que aprovechar el momento en el que, en la inspiración, el adversario presenta un punto débil…

P.—¿La inspiración del adversario o la suya propia?

R.—La inspiración del adversario. Vosotros debéis expirar antes y durante el ataque. En kárate, un golpe recibido durante la inspiración puede ser peligroso. Pero no durante la expiración. Por consiguiente, hay que aprovechar la oportunidad cuando el adversario inspira, ya que entonces, presenta un fallo un vacío.

P.—¿Por qué?

R.—Siempre hay una oportunidad en la inspiración porque el cuerpo se vuelve más ligero, menos concentrado. La inspiración es una excelente oportunidad que el espíritu- cuerpo debe saber aprovechar. Atacar durante la inspiración del adversario, cuando este presenta un lado débil, un defecto en su defensa, en su actitud, he aquí un gran secreto.

La inspiración es un gran suki, una gran oportunidad. Un exceso de tensión también: de esta manera, en un torneo, no se puede mantener la atención al mismo nivel de intensidad. En un momento dado nuestra atención se debilita: entonces presentamos un fallo, un suki, una ocasión, que el adversario debe saber aprovechar.

Pero esta cuestión de la oportunidad se encuentra en todos los combates, no-solo en las artes marciales, sino también en las discusiones, en los negocios… No debéis mostrar fallos: ni en las artes marciales ni en la vida cotidiana. ¡La vida es un combate! Hay que permanecer concentrado. No descubráis vuestros puntos débiles, y por consiguiente reducirlos por un entrenamiento continuo al dominio de sí. Toda la educación japonesa tradicional se fundamenta sobre esta vigilancia: no manifestar los puntos débiles para que otro no se aproveche de ello. El juego del torneo es descubrir los puntos débiles del adversario: hasta ahí se llega con la voluntad, con la atención, con la concentración. Y cuando la oportunidad se presenta, aprovecharla valientemente, sin pensar.

Y tanto en los torneos como en los combates de la vida cotidiana, el struggle for life, la observación de los ojos es muy importante: ya que cuando los ojos del adversario se mueven, sé turban, dudan, se debilitan, hay un suki, una oportunidad, un fallo. En todos los momentos críticos de nuestra vida, no hay que manifestar los puntos débiles, si no es el error, la derrota, el fracaso. Esta vigilancia no viene de una tensión excesiva del cuerpo que se fatigaría rápidamente, sino de la atención de la conciencia. De aquí la importancia de shin, el espíritu. El cuerpo manifiesta puntos débiles, la conciencia puede corregir, canalizar, dirigir todo esto.

P.—El año pasado vi en Kyoto a dos maestros de kendo, de alrededor de ochenta años, que se enfrentaban en torneo: durante cinco minutos se pusieron uno frente a otro, sable en mano, punta contra punta, sin moverse, absolutamente sin moverse. Y al cabo de cinco minutos, el arbitro declaró combate nulo, Kiki Wake.

R.— Sí. Cuando alguien se mueve, muestra siempre sus puntos débiles. Allí donde los jóvenes se hubieran batido vigorosamente en ataques y acciones más o menos desordenadas, allí donde los hombres de edad madura hubieran hecho entrar en juego toda la experiencia de su técnica, los dos maestros de artes marciales se contentaron con un combate de espíritu, por y con los ojos. Si uno de los dos se hubiera movido, su conciencia se habría movido también, y habría manifestado un fallo. El primero que se hubiera debilitado habría perdido radicalmente ya que el otro reaccionaria rápidamente.

Vosotros conocéis la historia de los tres gatos: un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. Entonces el samurai tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto entonces al samurai su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa. El gato se pasa el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató. ¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!

Una conciencia justa es esencial al movimiento del cuerpo.

P.—Pero ¿qué se puede hacer para permanecer en la concentración justa? ¡La tensión y fatiga no se la puede mantener sin moverse!

R.—Es vuestra conciencia la que no debe perturbarse ni calcular: justo adaptarse a lo que pasa. Llevad sin cesar vuestra concentración sobre la respiración, sobre vuestra expiración, que debe ser lenta, larga, y descender lo más bajo posible en el abdomen, en el hara. Y vuestros ojos, no perdáis de vista los ojos del adversario: seguid de esta manera su movimiento interior. En el combate de sable que hemos visto, entre Maestro Yuno y uno de sus discípulos, este último, al cabo de algunos minutos, jadeaba, agotado por la tensión. Maestro Yuno estaba simplemente ahí, concentrado, tranquilo, muy tranquilo. Absolutamente vigilante. Y en un momento preciso, con la punta de su sable hacia la garganta, arrojo al discípulo fuera del tatami. Un solo gesto le fue suficiente, a partir del momento en el que descubrió el punto débil en la parada del adversario. Concentraos pues sobre la expiración, esto es muy importante. Que ella sea lo más larga posible, lo más calmada posible: esto ayuda a no estar fatigado o apasionado.

P.—Los samuráis que hacían duelos de noche concentrándose sobre la sombra de su adversario…

R.—Desde luego el movimiento de la sombra indicaba el movimiento del cuerpo y el de la conciencia. Pero esto no les impedía, más bien al contrario, expirar poderosamente en su hara… Pero vosotros debéis y podéis encontrar esta concentración fundamental en simples combates de entrenamiento, como durante los torneos. No vale la pena entrenarse para eso. Es el poder de vuestra concentración lo que cuenta. Hay que canalizar tensión del cuerpo y habilidad de la técnica en la atención-intuición del espíritu. El espíritu esta entonces vacío, ku, sin fallos. Esto es el Zen. Esto es también la verdadera vía del Budo. De cara a la muerte, como de cara a la vida, la conciencia debe estar tranquila. Hay que decidir aceptándolas completamente, tanto la propia vida como la propia muerte. No sufrir. Incluso si mi cuerpo muere, mi espíritu debe permanecer derecho (gesto del pulgar hacia arriba): este es el entrenamiento del Zen y del Budo. El gran Maestro Miyamoto Musachi abandono de esta manera su vida de combate para resolver este problema: como morir. ¡E hizo zazen! (Risas).

P.— En Europa, en los Estados Unidos, en el Japón, mucha gente practica las artes marciales, sin practicar verdaderamente la vía del Budo, ni la del Zen. Y la opinión común pretende que los principios del Zen, la filosofía del Zen, no tiene nada que ver con la practica deportiva de las artes marciales.

R.—Los que no quieren seguir la enseñanza Zen, verdadera base del Budo, no tienen porque hacerlo. Estos se sirven entonces de las artes marciales como de un juego, como de un deporte entre otros. Los que quieran alcanzar una dimensión mas elevada de su ser, de su vida, deben comprender esto. No se puede obligar a nadie ni criticar a nadie. Sin embargo, unos son como niños que juegan con cochecitos, otros conducen verdaderos coches… Yo no soy negativo de cara a los deportes: estos entrenan el cuerpo, la resistencia… Pero el espíritu de competición, el espíritu de poder que se encuentra en ellos, no es bueno: esto testimonia una visión falsa de la vida. La raíz de las artes marciales no se encuentra ahí.

Los educadores de hoy día son también responsables de esta situación; ellos entrenan el cuerpo, la técnica, pero no la conciencia. Sus alumnos se pelean para ganar, juegan a la guerra como niños. No hay ninguna sabiduría en todo eso. ¡No es del todo eficaz para la conducta de la vida! ¿Para que les sirve su técnica en la vida cotidiana? El deporte no es más que una diversión y, a fin de cuentas, usa el cuerpo para el espíritu de competición. Esta es la razón por la que las artes marciales deben encontrar su dimensión primera. En el espíritu del Zen en el del Budo, la vida cotidiana es el lugar de combate. Hay que estar consciente en cada instante, lavándose, trabajando, comiendo, acostándose. El dominio de sí se encuentra ahí.

P.—¿La competitividad es una enfermedad del espíritu?

R.—¡Desde luego! ¡Que visión más triste de la vida! Lo que no quiere decir que no se pueda llegar a ser campeón, ¿por qué no? Esta es una experiencia como otra cualquiera. ¡Pero no hay que obsesionarse con ello! también en las artes marciales hay que ser mushotoko, sin meta ni espíritu de provecho.

P.—¿Puede usted hablarnos del kiai, ese grito que se lanza durante la práctica de artes marciales, sobre todo en kárate o en kendo? En mi doyo de kárate, nos hacen repetirlo muy a menudo, muchos gritos a la vez…

R.—El kiai, grito cuya fuerza vibratoria paraliza al adversario durante un instante, puede compararse al kwatz de los Maestros Zen Rinzai, que sirve para producir un choque y despertar al discípulo. En mi opinión es inútil repetirlo sucesivamente; una vez es suficiente pero una verdadera vez. Lanzad pues este grito de una manera total, que salga del hara, del bajo vientre, de ese lugar al que los japoneses llaman kikai: el océano de energía. Para esto, hay que aprender la respiración Zen que es también la del Budo: expirar lentamente, lo más profundamente posible. Al final de la expiración, la energía esta en su punto culminante. El kiai es la mezcla de esta expiración con una voz fuerte; es necesario que el sonido ascienda de una manera naturalmente profunda. Para esto, evidentemente, hay que saber respirar, lo cual es raro. Después del zazen, cuando hago la ceremonia y cantamos el Hannya Haramita Shingyo, el Sutra de la Gran Sabiduría, lo hago para el entrenamiento general de la respiración: la voz esta entonces obligada a ir hasta el final de la expiración. Es un buen entrenamiento al kiai. Kiai se descompone en ki: energía y ai: unión; significa pues la unión de la energía. Un solo grito, un solo instante en el que se encuentra todo el espacio-tiempo, todo el cosmos.

¡Kiai ( El Maestro Deshimaru lanza un grito aterrador, un rugido que sorprende a todo el mundo, y después estalla en risas.)

Pero en el kiai que se lanza en los doyos de artes marciales, como en el Hannya Shingyo cantado en los doyos Zen, nunca se encuentra esta fuerza: de hecho, la gente lanzan gritos modulados según su personalidad, hacen decoraciones sonoras. No hay nada de auténtico ni de bravo en eso. Ninguna fuerza. Canto o ruido: es todo. Nada de ki en sus kiai ¡Nada de energía!

P.—¿Por qué?

R.— ¡Porque no saben respirar! Nadie les ha enseñado. Y además, es muy largo saber explicar a la manera de un verdadero maestro de Budo o de Zen. ¡No es la altura de la voz lo que hace el poder del sonido! ¡El sonido debe partir del hara, no de la garganta! Observar como maúlla un gato o ruge un león: eso es el kiai. Entrenaros en la respiración, pero no busquéis obtener un poder mágico con vuestro kiai: tanto en la vía del Budo como en la del Zen, hay que practicar, lo repito, sin meta ni espíritu de provecho. Ahora bien, la mayoría de las gentes siempre quieren adquirir algo, buscan tener en lugar de ser.

P.—¿Puede usted hablarnos de la respiración en las artes marciales y en la postura de zazen?

R.—Voy a intentarlo, pero es difícil. Tradicionalmente, los Maestros del Zen no la enseñan nunca. Solamente cuando la postura es justa se establece la respiración. Para enseñárosla tendría que desnudarme. Deberéis comprender con vuestro propio cuerpo. Una pequeña inspiración natural a partir del plexo después una profunda expiración presionando sobre los intestinos, bajo el ombligo. Para un ciclo de respiración, la expiración puede durar uno, dos, tres, cuatro e incluso cinco minutos. Cuando yo era joven, me sumergía hasta el fondo de la piscina, y permanecía allí de dos a tres minutos. Por la expiración (anapanasati) el Buda encontró la iluminación bajo el árbol Bo.

Cuando leo los sutras, mi expiración es muy larga porque tengo el hábito de esta expiración. Mientras se expira hay un ligero va –y-ven de aire en las fosas nasales y de esta manera se puede continuar largo tiempo. Es muy difícil y hace cuarenta años que me entreno…

Al principio debéis comprender con el cerebro y a continuación entrenaros. Es un método eficaz para vivir largo tiempo: la mayoría de la gente que vive mucho en Oriente practican esta respiración. Durante kin-hin1, si yo expirara a mi ritmo nadie se movería… Estos puntos están en relación con las artes marciales que son, lo repito, otra cosa que un deporte. Para practicarlas, el hara debe ser fuerte. Las artes marciales, la recitación de sutras, las ceremonias os hacen comprender entrenando vuestra respiración. Cuando llevo el ritmo de los sutras con las maderas, tenéis que ir hasta el final de vuestra expiración. ¡Es un buen entrenamiento!

El profesor Herrigel ha hablado de ello en su Tiro con arco2. El había estudiado esta disciplina durante seis años; pero solo cuando hubo comprendido la respiración abandono su filosofía y sus conocimientos y pudo por fin lograr alcanzar el blanco. Mi Maestro me decía: “¡Si hubiera venido a verme, habría comprendido hace mucho tiempo!”

El judo y el kárate son también un entrenamiento de la respiración, pero la mayoría de la gente no lo sabe. Solamente a partir del segundo o del tercer Dan se instala naturalmente esta respiración. Herrigel comprendió inconscientemente: la flecha parte al final de la expiración. En el judo o en el kárate, se es fuerte en la expiración; en la inspiración se es débil. En este momento, yo puedo matar a un hombre con un solo objeto, sin necesidad de un cuchillo. Yo hice la experiencia de esto cuando era joven; no maté al hombre que estaba delante de mí, solamente cayó, pero… Al final de la inspiración hay un punto muy vulnerable. Al final de la expiración ni siquiera hay movimiento.

Es por esto por lo que la respiración practicada en yoga no es del todo eficaz para las artes marciales. En el Japón, no se practica el yoga porque se conoce bien la respiración Zen. Si vosotros la comprendéis, podréis serviros de ella en la vida cotidiana. En una discusión, cuando os apasionéis, practicadla, y os calmaréis… Mantened vuestro control. Inversamente, durante la inspiración, un gran choque puede bloquear vuestro corazón y vuestros pulmones y causaros la muerte. Intentad levantar un peso pesado en dos veces, durante inspiración y durante la expiración.

Veréis la diferencia. Durante la expiración sois más fuerte, los pies se aferran al suelo, sois como un tigre. Cuando tengáis miedo, cuando tengáis angustias o cuando no os sintáis seguros de vosotros mismos en una situación, intentad ya expiración larga. Esta expiración os apaciguará y os dará fuerza, seguridad. Durante la expiración, la energía y la conciencia se encuentran.

P.—¿Cuál es la mejor manera de aprender a respirar convenientemente?

R.— Tomando la postura de zazen. Antiguamente, en el tiempo de los samuráis, se sentía respeto por la meditación: antes de la acción, se concentraban en zazen. Concentración, después acción. Hoy día se puede encontrar esto en la ceremonia demasiado breve que se hace antes del combate en los torneos. En zazen se puede acumular energías, dejar pasar los pensamientos como nubes en el cielo, relajar las tensiones nerviosas y musculares, concentrarse sobre la energía, espaldas derechas, nuca recta, manos juntas cuyos pulgares no hacen ni montaña ni valle y practicar la verdadera respiración, basada en la expiración profunda en el hara, esa zona que se encuentra dos dedos por debajo del ombligo.

Ser zanshin: he aquí un término que se encuentra en la práctica de la esgrima japonesa, el kendo. Zanshin es aquello que permanece, sin apegarse, vigilante y libre. Justamente atento a lo que pasa aquí y ahora. Poco a poco esta atención se aplica a cada uno de los actos de nuestra vida. En el espíritu del Zen, como en el del Budo tradicional, el conjunto del comportamiento entra siempre en juego.

P.—¿Puede reemplazar a la postura de zazen el entrenamiento intensivo de los kata, esos gestos de base de la técnica? Ya que ellos entrenan la respiración, la concentración, la vigilancia…

R.— No se puede comprar la práctica de una meditación sentada, zazen, método de concentración, con el entrenamiento de ejercicios de acción. Pero la práctica de zazen puede dar una nueva dimensión a los kata. La verdadera esencia de los kata no se encuentra en los propios gestos, sino en la manera en la que espíritu los vuelve justos. No se debe pensar: “Debo hacer este kata de esta manera o de esta otra…” sino ejercitar el cuerpo-espíritu en crear cada vez un gesto total, en el que se encuentre todo el ki, en un instante.

Vivir el verdadero espíritu del gesto: el kata, por el entrenamiento, debe confundirse con el espíritu. Contra más fuerte sea el espíritu más fuerte será el kata.

P. —En los doyos de artes marciales existen muchos gestos que conducen a la concentración: la manera de colocar los zapatos, los objetos personales, la manera de saludar al entrar…

R.—¡Pero todos esos gestos son kata! La manera de comportarse es kata. Cuando se saluda, no hay que hacerlo de cualquier manera. En Occidente se da vagamente la mano y se inclina un poco la cabeza; ¡no se ha comprendido nada la belleza del gesto! Hay que saludar completamente: juntar las manos lentamente, con los brazos derechos, paralelos al suelo; la punta de los dedos llega hasta la altura de la nariz. Después se inclina la espalda hacia el suelo, potentemente. Hay que erguirse con las manos aun juntas y poner naturalmente los brazos a lo largo del cuerpo. Cuerpo derecho, nuca derecha, pies en el suelo, espíritu tranquilo. (Con un gesto majestuoso. Taisen Deshimaru se levanta y nos saluda) ¡De esta manera testimoniáis todo el respeto que sentís hacia vuestro adversario, hacia vuestro maestro, hacia el doyo, hacia la vida! Algunas veces me preguntan por que me inclino ante la estatua de Buda, en el doyo: no es la estatua a quien saludo, sino a todos los que están aquí conmigo, en el doyo, y también al cosmos entero. Todos estos gestos son muy importantes, ya que ayudan a mantener un espíritu correcto. Significan dignidad y respeto, ayudan a nuestra naturaleza alcanzar una condición normal. Hoy día nadie es normal, toda la gente esta un poco loca, con su mental que funciona todo el tiempo; ven el mundo de una manera estrecha, restringida. Están devorados por su ego. Creen ver, pero se equivocan: proyectan su locura, su mundo, sobre el mundo. ¡No hay en ellos ninguna lucidez ninguna sabiduría! Es por esto por lo que Sócrates, como Buda, como todos los sabios, dicen antes que nada: «¡Conócete a ti mismo y conocerás todo el universo!” ¡Este es el espíritu del Zen y del Bushido tradicional! Para esto, la observación del comportamiento propio es muy importante. El comportamiento influencia la conciencia. A comportamiento justo, conciencia justa. Nuestra actitud, aquí y ahora, influencia a todo lo que nos rodea: nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra manera de estar, todo esto influencia a lo que pasa alrededor de nosotros y a nosotros mismo. Las acciones de cada instante, de cada día, deben ser justas. El comportamiento en el doyo reaparecerá en nuestra vida cotidiana. ¡Cada gesto es importante! Como comer, como vestirse, como lavarse, como ir al cuarto de aseo, como ordenar, como conducirse con los demás, con la familia, con la esposa, como trabajar, como estar completamente en cada gesto. ¡No hay que soñar la vida! Hay que estar completamente en todo lo que se hace. Este es el entrenamiento a los kata.

El espíritu del Zen y del Budo tiende a esto: se trata de verdaderas ciencias del comportamiento. Nada tiene que ver con la imaginación que transforma el mundo, como en muchas religiones. Se debe vivir el mundo con el cuerpo, aquí y ahora. Y concentrarse completamente sobre cada gesto.

P.—¡Eso es imposible!

R.—¿Vosotros creéis que Buda era perfecto? El debía cometer errores como todo el mundo. Era un ser humano. Pero tendía a este comportamiento justo que es el mas alto ideal del hombre. La civilización moderna no comprende nada de esto, desde la escuela se os corta la vida para elaborar teorías…

Todo lo que acabo de decir debe ser bien entendido: no se trata solamente del comportamiento y de la apariencia exterior, sino también y sobre todo de nuestra actitud interior. ¿Cuál es la verdadera conducta a seguir? ¡Gran problema! El Zen nos aclara esto. Todas las escuelas filosóficas se interesan en este problema: existencialismo, behaviorismo, estructuralismo… Sin embargo ninguna da la clave de la conducta de nuestra vida. Siempre terminan por encerrarse en categorías, pero el origen profundo, la larga corriente de la vida, no se puede encerrar. Un koan dice: “Frió, caliente, es usted quien lo experimenta.” Esto es verdad para todos
Aquí y ahora es diferente para cada uno.
1 Marcha con el ritmo de la expiración.
2 Dervy livres, éd; en castellano, Ed.Kier.