Si llevas un tiempo practicando Artes Marciales, seguro que habrás escuchado esta cita: si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas; si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra; si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla. Pertenece al libro de Sun Tzu El arte de la guerra, escrito hace dos mil quinientos años.
Para mí, la cita significa que es muy importante entender las fortalezas y debilidades de tu oponente, así como las tuyas propias. Así puedes idear una estrategia que evite las fortalezas del oponente al mismo tiempo que ataque sus debilidades con tus propias fortalezas. Para tomar la decisión de cuál de nuestras fortalezas usar, debemos “conocer a nuestro enemigo”. Y me atrevería a sugerir que muchos artistas marciales no tienen claro –a veces sin siquiera ser conscientes de ello– quién es realmente su enemigo.
1. INFORMACIÓN SOBRE NUESTRO ‘ENEMIGO’
Si eres un boxeador profesional, sabrás con meses de antelación quién es tu oponente. Como parte de tu preparación, estudiarás qué sabe hacer bien y cómo defenderte de ello. También estudiarás las debilidades de su estilo y cómo explotarlas a tu favor. Sin embargo, en una situación de defensa personal, seguramente no podrás saber quién es tu oponente hasta instantes antes del encuentro, además, muy probablemente será la primera vez que te topes con ese individuo. La pregunta es entonces: ¿es posible “conocer a tu enemigo” en una situación de defensa personal?
Cuando hace tiempo participaba en competiciones de Karate (antes de que mis estudios sobre el Karate me llevaran en otra dirección), no tenía ni idea de los rivales que estaban en mi categoría hasta que llegaba al torneo. Se podría decir que, en esas ocasiones, yo no “conocía a mi enemigo”. Ciertamente, no los conocía como individuos. No tenía ni idea de cuáles eran sus habilidades individuales, pero en el fondo sí que sabía mucho sobre ellos. Sabía que todos eran karatekas y estarían entrenados de forma similar. Sabía bastante sobre su estilo (era el mismo que el mío) y por ello qué tipo de técnicas esperar. Conocía las reglas (bueno, la mayoría de ellas) y qué esperar de cómo iban a luchar. Conocía su tamaño (estaban en mi categoría de peso) y sus grados. Sabía que estarían llenos de adrenalina y que tenían el deseo de ganar, o por lo menos de darlo todo. Y así con muchas otras cosas. Toda esta información conocida, se podía utilizar para formular un plan de acción que funcionara. Así que aunque no los conociera individualmente, los conocía como grupo. En ausencia de información más detallada, este conocimiento me permitía idear un plan y estrategia de cara a los campeonatos.
Podemos sacar mucha información de nuestro oponente simplemente por el entorno donde lo encontramos. Por ejemplo, si estoy en un campeonato de Judo, con toda probabilidad mi oponente será un Judoka. Sabiendo eso, entrenaré de un modo que me permita derrotar a judokas. Sin embargo, cuando los artistas marciales analizan o hablan sobre el entrenamiento de defensa personal, a menudo hacen evaluaciones incorrectas sobre los atributos potenciales del oponente. No “conocen a su enemigo” y por lo tanto su entrenamiento no está bien enfocado.
2. el ‘enemigo’ en la defensa personal
Si monto un curso de defensa personal y la primera técnica que enseño es una defensa contra una patada circular en giro, ¿cómo te quedarías? Como artista marcial entrenado, creo que pensarías: “esté tío no tiene ni idea de lo que habla. ¡Una pelea real no es como una peli de kung fu! O sea, ¿cuántas probabilidades hay de que alguien me haga eso en una pelea real? ¿No deberíamos estar haciendo algo más práctico?” Todos esos son comentarios válidos. Si me concentro en defenderme contra ese tipo de patadas tan hábiles, significa que estoy asumiendo que mi “enemigo” es un gran pateador y que va a utilizar las piernas como primera opción. Creo que coincidiréis conmigo en que eso es muy poco probable que pase en una situación de defensa persona. Si me centro en ese tipo de posibilidades remotas, sería correcto asumir que no “conozco a mi enemigo”. En defensa personal generalmente no lucharemos contra un practicante avanzado de Taekwondo, lo que nos encontraremos con más frecuencia es gente con experiencia en reyertas. Matones.
Como en la situación del torneo de Karate que mencionábamos antes, el hecho de que el oponente esté buscando una pelea real nos dice dos cosas: A) es un peleador callejero hábil, o B) cree que es un peleador callejero hábil. ¿Por qué sino estaría buscando pelea? Si se da el caso B, quizá acabe teniendo un duro “despertar”, y ya pensará diferente la próxima vez. Si en cambio estamos en el caso A, tenemos un problema. Aquí viene el mensaje principal del artículo: cuando los practicantes de artes marciales entrenan para defensa personal, muchas veces asumen incorrectamente que un “peleador callejero hábil” actuará como un “practicante hábil” de su propia disciplina. No “conocen a su enemigo” y por lo tanto su entrenamiento está mal enfocado. Esto no se aplica a todos los artistas marciales, pero sí a muchos más de lo que a priori se piensa. El peligro real viene cuando la gente no se da cuenta de que se puede aplicar a ellos. Recuerda que también debemos “conocernos a nosotros mismos”.
Un buen amigo mío, en su juventud, siempre se estaba metiendo en peleas. Nunca perdió ninguna. Su sistema de combate consistía en “Le voy a hacer picadillo con mi derecha. Si se mantiene en pie, cabezazo. Y si sigue de pie, me doy piro”. Parece un sistema demasiado simple, ¡pero funcionaba! Funcionaba precisamente por su simplicidad y porque acumulaba experiencia haciéndolo funcionar. Pulió ese sistema a base de confrontaciones reales. Mi amigo era un “peleador callejero hábil”; el tipo que te encontrarás con más probabilidad en una situación de defensa personal. No tenía ningún entrenamiento formal, pero su nivel de efectividad estaba por encima del de muchos artistas marciales. Su experiencia y feroz aplicación de una simple estrategia lo convertían en un contendiente muy serio para alguien incluso con años de entrenamiento. Y como artistas marciales no nos gusta nada esa idea. Por eso preferimos asumir incorrectamente que un “peleador callejero hábil” actuará como un “practicante hábil” de nuestra propia disciplina.
Un ejemplo obvio es el de practicantes de Karate o Taekwondo entrenando “técnicas de defensa personal” contra golpes típicos de Karate o Taekwondo. Esta práctica ha sido criticada por su poco pragmatismo, como lo sería plantear defenderse de una patada circular en giro en el contexto que presentábamos antes. El “peleador callejero hábil” no hace técnicas de ese tipo, ya que no ha recibido entrenamiento.
3. UN CONTEXTO, UN ‘ENEMIGO’
En tiempos recientes, muchos artistas marciales se han dado cuenta de que muchos de sus métodos no son prácticos. Y lo que han hecho simplemente es cambiar de estilo. Por supuesto, el “peleador callejero hábil” seguramente no te atacará con patadas de Taekwondo o con puños a distancia de Karate, pero también es poco probable que te haga una entrada, te proyecte al suelo y te finalice con una llave de brazo. Es tan probable que el “peleador callejero hábil” no sea competidor de UFC (o similar) como tampoco un alto Dan de Karate. Aunque ahora que lo pienso, hay muchos más cinturones negros de Karate que competidores de MMA, así que sí es más probable que te ataquen con un golpe de Karate que con una llave de brazo u otra sumisión. A lo que quiero llegar es que muchos practicantes de Artes Marciales Mixtas cometen el mismo error que muchos artistas marciales tradicionales: asumen que un “peleador callejero hábil” actuará como un “practicante hábil” de su propio estilo. Y también como los artistas marciales tradicionales, muchos no se dan cuenta de ello.
Hay muchos métodos tradicionales y modernos que son muy efectivos para protegerse, pero existen los mismos, o incluso más, que no tienen claro quién es el “enemigo”. ¿Cuántos clubs que venden artes marciales “reales” conoces que se pasan la mayor parte del tiempo entrenando para luchas en el suelo? Asumen que en un contexto de defensa personal, el enemigo será un grappler experimentado como los que se ven en UFC (los cuales no pueden morder o atacar a los genitales, etc.). Esto está tan equivocado como el practicante de Taekwondo que enfoca la defensa personal como un intercambio de patadas a distancia, o el Karateka que cree que una pelea real va de golpes con el dorso lanzados desde lejos. Una vez más, no tienen claro quién es el “enemigo”.
En defensa personal, el “enemigo” utilizará métodos simples y feroces. Es en esos métodos en los que debemos centrarnos durante nuestro entrenamiento de defensa personal. Desde luego hay otras muchas razones para entrenar: disfrutar, hacer deporte, mejorar nuestra condición física, etc. Pero de cara a los aspectos de defensa personal de nuestro arte, el foco debería estar en la simplicidad y en la ferocidad. Técnicas que quizá no serán adecuadas para enfrentarnos al “enemigo” de las competiciones, pues estarán prohibidas o serán fácilmente contrarrestadas por los más experimentados. Hay que recordar el consejo de Sun Tzu y “conocer a nuestro enemigo” en cada situación. De esta manera aplicaremos la estrategia más adecuada para asegurar nuestra victoria en cada caso. Lo que funciona bien contra un “enemigo” no funcionará bien contra otro.
Los artistas marciales del pasado entendían muy bien este asunto. Como karateka que soy, una de mis citas favoritas es de Choki Motobu (tuvo centenares de peleas reales, y raramente perdió), quien dijo: “Las técnicas de los kata nunca se concibieron para utilizarse contra un luchador profesional, en una arena o en un campo de batalla. Se concibieron para ser efectivo contra alguien que no tiene idea de luchar o de la estrategia utilizada para contrarrestar su comportamiento agresivo”. Motobu conocía a “su enemigo” (matones sin entrenamiento), y conocía para qué entorno sus técnicas eran válidas. Por eso él era tan efectivo. Cabe señalar que Motobu se refiere a las técnicas originales de los Kata, no a las aplicaciones descafeinadas e inefectivas que mayormente se enseñan hoy en día. Pero su punto es válido. También vale la pena mencionar que Motobu perdió contra un wrestler en un combate amistoso. Aunque sabía cómo gestionar la situación frente a los matones de los peores distritos de Okinaewa, no sabía cómo enfrentar las refinadas habilidades de grappling de un wrestler. Él tenía el entrenamiento y la experiencia para lidiar con un tipo de enemigo, pero no para otro tipo. Esto también ocurre a la inversa en las historias que escuchamos donde un campeón de artes marciales acaba knockeado por un borracho en un pub. Siendo capaces de derrotar a cualquier “enemigo” de un tipo concreto, perdieron por completo frente a otro tipo.
CONCLUSIONES
El camino hacia la victoria es distinto en una competición de Karate y en un torneo de Judo. También es diferente a lo que necesita un boxeador o lo que necesita un competidor de artes marciales mixtas. Y todo ello es diferente de lo que se necesita para la defensa personal. Existe un terreno común, pero hay demasiadas diferencias clave (de la misma manera que el tenis, bádminton y squash usan todos raquetas, pero ser campeón en tenis no te garantiza ser bueno en squash). La razón a estas necesidades distintas es que el “enemigo” es distinto.
Necesitamos “conocer a nuestro enemigo”. Solo entonces podremos determinar qué métodos y estrategias son los más válidos para cada situación. Es muy fácil perder de vista el balón y empezar a entrenar para el “enemigo” incorrecto. Fallamos en reconocer cuál de nuestras habilidades y atributos son los válidos para cada situación. Como Sun Tzu dijo hace aproximadamente dos mil quinientos años, eso significa que “hay peligro en todo conflicto”.
Fuente: Marc Campos Mula / fight-time. com