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La Mujer del Samurai

 
Durante los periodos antiguos del Japón en la clase de los bushi (guerreros) la mujer ocupaba importantes funciones a pesar de no tener autoridad. Tenia que cuidar de la cocina y de la ropa de todos los miembros de la casa, también supervisaba el peinado de su marido. Recordemos que los samurai usaban una amplia parte de su frente y cabeza rasurada y el pelo largo recogido sobre la nuca.
 
Cuando el hombre no se encontraba en casa, cosa que acontecía con frecuencia, la mujer asumía el control del lugar, eso incluía además de los trabajos domésticos la defensa del hogar.
 
En tiempos de guerra si la casa del samurai era atacada la mujer debía defender el lugar junto a su compañero, frecuentemente lo hacían usando arcos y flechas. Armas de las cuales tenían gran dominio inflingiendo graves daños y muertes entre los atacantes. En caso de ser invadido su hogar o castillo y tener que luchar cuerpo a cuerpo, también lo hacían.
ECHOS históricos Japón feudal una técnica muy difícil
 
Antiguos registros nos cuentan de mujeres luchando ferozmente empuñando la Naginata (vara larga de madera con una afilada cuchilla en una de las puntas). En caso de verse en una situación de peligro de muerte no era inusual que se suicidaran. Esto lo hacían con un pequeño puñal llamado Kaiken que portaban entre los pliegues de su kimono. De tener tiempo antes de llevar a cabo tan drástica decisión, se ataban los pies a la altura de los tobillos para no quedar en una posición indecente al caer muertas. Luego apoyaba el puñal en su garganta y con un rápido movimiento cortaban la yugular. Esto hace que la sangre deje de fluir al cerebro produciendo una rápida inconsciencia y la muerte cerebral.
La confección de estos vestidos es bastante sencilla; con mucha decoración, pero de corte simple
 
Como podemos ver a diferencia de la forma de suicidio Seppuku, mas conocido como Hara Kiri en occidente, este ritual llamado Jigaki no es tan doloroso y sangriento pero no por ello menos heroico.
 
Tal como el samurai servia a su Daimyo (señor feudal), la mujer servia a su marido siendo fiel y compenetrándose en sus funciones.
Una Japonesa
 
Crónicas de guerra nos cuentan sobre mujeres de samuráis que en defensa de sus hogares empuñaban armas y hasta acompañaban a sus maridos a los campos de batalla. Esto demuestra que poseían sagacidad y coraje. Hay registros de una mujer guerrera llamada Tomo Udosen, era especialmente diestra en el uso del arco y la flecha e incluso iba a batalla con su propia armadura (Yoroi).
 
A pesar de todo esto las mujeres japonesas no perdían sus cualidades femeninas, prestaban mucho cuidado a su apariencia, gustaban de usar su cabello perfectamente arreglado y su piel clara por medio de tratamientos con polvos y cosméticos. Vestían con lujo y hermosos kimonos coloridos de fina seda.
 
Como podemos ver no solo eran las encargadas del mantenimiento de las tareas del hogar sino también valerosas mujeres.

Misterios de la historia Samurais

Explore el exótico mundo de deslumbrante belleza y muerte repentina… un lugar donde el honor significa más incluso que la vida misma… el mundo del antiguo Japón, los samurai. Descubra cómo nació su código de honor y qué sacrificios estaban dispuestos a hacer para vivir a la altura de sus ideales. ¿Por qué se convirtieron estos implacables guerreros en consumados pintores y poetas y qué papel jugaban las mujeres en la vida de los samurai? Únase a nosotros en nuestro viaje al reino de la belleza, la aventura y el misterio… el dominio de los samurai.

Seppuku

El seppuku, más conocido en Occidente como Harakiri (hara= vientre, kiri=cortar), era un suicidio ritual llevado a cabo por los samuráis, y que se regía por el código del guerrero (Bushido). Existían distintos tipos de seppuku o recibían distintos tipos de nombres, dependiendo del motivo que originase a la acción de éste. Dentro de la cultura japonesa, todo sigue un ritual o ceremonia, y el seppuku no era menos. El samurai que decidía poner fin a su vida, se preparaba espiritualmente para ello.El porqué un samurai cortaba su vientre, y no fuera otra parte del cuerpo, era porque en la antigüedad se creía que el alma (kami) se albergaba en esa zona.
Con la entrada de la Era Meiji, y la reestructuración de la sociedad en todos los ámbitos, esta práctica del seppuku quedó abolida.
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Los samuráis a pesar de ser guerreros, apreciaban los momentos de tranquilidad, diversión, y del disfrute de las artes. Los de mayor rango, leía libros extranjeros de estrategias, cultivaban la poesía, la caligrafía (Shôdo), arreglo florales (ikebana), o la practica de algún instrumento. Todas ellas requerían de paz interior y exterior, y de una alta concentración para encontrar la armonía. Eran amantes de la ceremonia té, y del hanami (contemplación de los cerezos en flor), así como del teatro: Noh, y Bunraku, y de la compañía de las geishas y maikos. Todas sus actividades estaban cargadas de simplicidad y de mucha elegancia. Gracias al cultivo de estas artes por parte de los samuráis, las mismas han sido heredadas de generación en generación, y ha sido el mejor legado que han dejado los samuráis en nuestro tiempo.

LA VIDA DEL SAMURAI
COMO LA FLOR DEL CIRUELO,
BELLA Y BERVE,
PARA ÉL, COMO PARA LA FLOR,
LA MUERTE ES ALGO NATURAL Y GLORIOSO.

El Samurái y el perro

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Había una vez un samurái que solía tener la costumbre de pasear con su perro al cual tenia una gran estima.

Un día su perro se alejó de él y jugueteaba con las hojas que caían de los árboles. Mas grande fue la sorpresa del samurái, cuando de repente su perro se lanzó corriendo contra él con aire fiero.

El samurái, que estaba bien entrenado desenvaino su espada y justo cuando el perro salto le corto la cabeza.

El samurái no entendió porque de repente su fiel perro se puso en contra suya.

Entonces elevo la cabeza y vio como una serpiente, que estaba en una rama, se estaba acercando peligrosamente a él. Cuando el samurái comprendió que lo que intentaba su perro era salvarle y no lastimarle lloro amargamente.

Fue entonces cuando recordó una vieja enseñanza de su maestro:

“El sentido de una acción no siempre es fácil de interpretar por eso, antes de desenvainar tu espada, asegúrate que esa es  tu única opción.”

TATSUJIN: «EL HOMBRE-SABLE»

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“Para el Maestro del sable,
por encima de la gloria,
de la victoria e incluso
de la propia vida,
se halla la Espada de la Verdad;
de la verdad que él ha experimentado
y que le juzga”.

Para adentrarnos en el estudio de la vida y de la obra de los grandes maestros de la espada, y para comprender sus sagradas y redentoras enseñanzas, debemos tener en cuenta que sus textos, sus consejos, sus poemas, sus caligrafías, provienen directamente de un elevado estado de conciencia, de una experiencia trans-personal a todo punto intransferible por las palabras; de una “revelación” interior, de una iluminación. Son fruto de su ascetismo, de su desprendimiento del yo, de su rigor, de su sufrimiento, de su compasión, de su amor santo, de su “implacable lucidez”.
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Estos hombres universales hicieron exactamente lo contrario de lo haría un hombre común: pusieron su cuerpo, su salud, su corazón, su arte, su inteligencia, su experiencia, su dolor, su energía, su amor, su ki, su genialidad, su iluminada compasión y su “visión”, al servicio de su alma y de su espíritu. Y no tardaron en recibir como respuesta (pues el Universo es un mecanismo de reflejo) el inagotable tesoro de una sabiduría sobrenatural más allá de lo humano. Como los textos sagrados de los alquimistas, de los hermetistas, de los santos meditantes y de los sabios guías de la Humanidad, las enseñanzas de los grandes tatsujin (“hombres-espada”) proceden directamente de un estado expansivo (tal vez incluso “explosivo”) de despertar, de un mundo de luminiscencia en el alma que el cristianismo llama “Reino de los Cielos”, el hinduismo Brahma-loka, el “ Cielo Creador”, y en el Shinto “Takama-A-Hara”, el “más allá”, el paraíso líbico de los dioses (kami) y de los inmortales taoístas (Lie-Sien-Chuan). Esos no son, evidentemente, lugares físicos y tangibles, levitando sobre las nubes o allende de las estrellas, en los que sólo los ignorantes y los fanáticos -que tan a menudo van de la mano- pueden todavía creer, sino exaltados estados de conciencia expandida, re-unificada con el origen, reabsorbida en la Unidad Esencial, en “lo que éramos antes de llegar a ser”, como rezan los Upanishads. Es pues, desde un estado de meditación, de elevación de conciencia cercano a la exaltación espiritual, de humildad profunda, de gratitud sin reservas, de “anhelo de liberación en beneficio de todos los seres” (boddhichita), que debemos acercarnos a estas enseñanzas muy santas, desde una visión de vuelo de águila, de himalayista del alma, tal vez sentados y observando quietamente desde una lanzadera espacial o con una mente de astronauta de la evolución, precisamente la misma mente expandida, inclusiva y no-dual que llegaron a alcanzar esos grandes maestros.

No podemos hacer descender estas enseñanzas sagradas a nuestro nivel del mar mental, a incluso más abajo todavía, sino elevarnos nosotros lo más alto posible, so pena de incomprenderlas, de convertirlas también en material fungible, o a lo peor, en una nueva capa de metal para nuestra herrumbrosa armadura egótica. En 1387, durante el reinado del shogun Asikaga Yoshimitsu, nació uno de los más grandes maestros de sable de la historia: Lizasa Choisai Ienao. Era este un hombre muy noble, culto pero modesto, amante de las artes y de las letras y partidario de la paz, que siempre se sintió atraído por la vida espiritual y que con el tiempo, se convertiría en monje budista. Una leyenda dice que en una ocasión uno de sus siervos lavó las patas de su caballo en las aguas de una fuente sagrada cerca de un santuario y que el pobre animal, tras caer presa de convulsiones, murió.

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El maestro Lizasa creyó muy seriamente que se trataba de un grave error y que la muerte del caballo se debía a las consecuencias kármicas de la profanación del lugar santo, dedicado a la presencia de una divinidad shinto llamada Futsu Nushi No Mikoto, ángel guardián del templo Katori Jingu y santo patrón de los esgrimistas. Así, tras una vida consagrada al sacrificio, a la purificación, a la meditación y al refinamiento del carácter, habiendo llegado a ser consejero y maestro de armas del shogun Yoshimasa, pero hastiado de la decadencia de la burguesía y de la corrupción política del ambiente cortesano, del egoísmo y la barbarie que le rodeaban por todas partes, a los sesenta años de edad Lizasa Choisai decidió consagrarse a un periodo de austeridad (gyo) entrenamiento marcial y meditación de mil días (sen-nichigyo) en la soledad de los bosques cercanos al santuario Katori. Su ascesis (gyo-misogi) consistía en periodos de meditación y estudio de la filosofía budista, entrenamiento en el arte del sable y otras herramientas clásicas, ayunos y austeridades que emanaban de la tradición esotérica de la escuela Shingon y del chamanismo animista de los monjesguerreros que vivían en las montañas, los célebres Yamabushi. Se dice que al finalizar su retiro, una noche tuvo una visión de la divinidad del santuario, con el aspecto de un joven muchacho sentado en las ramas de un ciruelo. En esa ocasión, Lizasa sensei recibió la enseñanza misteriosa y secreta (okuden) de la escuela Tenshin Shoden Katori Shinto Ryu en un volumen de estrategia marcial (heiho-shinsho).
Tras esa visión, creó su maravillosa vía marcial de sable, impregnada de su profunda sabiduría, de su ascetismo, de su gran compasión e “inspirada” por su visión celestial. Desde entonces, cada enseñanza de la escuela Katori Shinto es considerada como «kami-waza», una técnica de origen divino. Cuando algún estudiante o experto de otra escuela (ryu) lo desafiaba, como era costumbre en la época y en siglos posteriores, Lizasa Sensei le invitaba a tomar el té. Antes del encuentro, colocaba una pequeña esterilla sobre unos brotes tiernos de bambú, y se sentaba después sobre ellos en postura de meditación, sin doblarlos ni romperlos. Los adversarios comprendían entonces que se trataba de un hombre santo, de un sennin, un asceta-yogi poseedor de grandes siddhis o poderes metafísicos, y que estaban frente un tatsujin, un verdadero maestro que había realizado la “unidad con la espada”. Algunos se retiraban prudente y silenciosamente, y otros solicitaban humildemente convertirse en sus discípulos. La escuela Katori Shinto, con una antigüedad de más de setecientos años, a diferencia de otras ryu, más relacionadas con el Zen, añadió la profundidad del pensamiento budista y el ideal de la “compasión dinámica” al arte de la esgrima tradicional. Entre los mandatos de la escuela, que tenían un gran trasfondo esotérico, se enseñaba a evitar el combate, a sentir compasión hacia el enemigo y, algo absolutamente inusual en aquella época en la que las técnicas de sable terminaban inevitablemente en verdaderos rituales de ejecución, e inverosímil incluso hoy en día: perdonar la vida, redimir al enemigo, darle una segunda oportunidad de transformación.
Es de notar que los kata de la venerable escuela Katori Shinto siempre finalizan sin dar muerte al adversario, algo absolutamente inusual en el ate de la esgrima, y mas aún ¡desde hace setecientos años¡. En una época de violencia en todos los niveles sociales, de corrupción política, de latrocinio, de codicia, de avaricia, de revueltas sociales y de intrigas palaciegas (no muy distinta de la actualidad) en la que de la búsqueda de la eficacia por la vía de la astucia, de la argucia, de la delación y del engaño estaban a la orden del día, estas inconcebibles ideas constituyeron una verdadera revolución para el arte de la espada. La escuela Katori Shinto Ryu, considerada en la actualidad como Tesoro Nacional y “bien cultural de valor inapreciable”, fue la primera en permitir la entrada a gentes de toda clase y condición social. Así, no solamente nobles o miembros de la casta de los samurais, sino también hombres y mujeres del pueblo, comerciantes, trabajadores de todos los gremios y campesinos eran aceptados, transformándose en sus discípulos y muchos de ellos en grandes maestros del sable. Por medio de la meditación y de una práctica marcial severa, en la que la humildad, la discreción, la ausencia de ambición, liberada del egocentrismo sutil o evidente que caracteriza y revela con excesiva frecuencia a los estudiantes (¡y a los instructores¡) poco avanzados, y una total impersonalidad, las enseñanzas del maestro Lizasa inspiraban a cuantos se le acercaban un sentimiento de paz, de compasión y de benevolencia activa. Harigaya Sekium, un gran espadachín del siglo XVII, enseñaba que no debían imitarse los movimientos de los animales ni en el pensamiento ni en la acción. Creía que esgrimir con un bárbaro instinto animal, desde la brutal selección natural, el miedo instintivo, la astucia, el odio y el resentimiento, que tan a menudo caracterizaban a las escuelas de esa época y de siglos posteriores, era un grave error. Pensaba que el arte del sable consistía en esgrimir en armonía con los movimientos de los astros, con las energías y las vibraciones sutiles de la Naturaleza. En su enseñanza, trascendía también la idea primitiva de Ai-Uchi, (cortarse o darse muerte unos a otros) hacia Ai-Nuke: ser uno con el otro. Para Sekium, el ideal era entrar en el “espacio sagrado” del oponente, que definía con la frase: “uno solamente, dos nunca“.
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Llegó a la convicción de que no se podía acceder a ese espacio santo por medios ordinarios, y habló entonces de la absoluta necesidad de “volver a la Unidad”, a la esencia o energía primordial (ki-ichi), contrariamente a otras escuelas que proponían la fuerza, la voluntad, la astucia o el estoicismo ante lo inevitable, como base de una evolución táctica, ya que según su experiencia, esta vía desembocaba inevitablemente en “combates bestiales”. Sekium sensei, creador de la escuela de sable Mujushinryu, fue un visionario, poeta, filósofo, hombre también renacentista, que enseñaba a sus discípulos a practicar la esgrima desde el “centro del ser”, en armonía con el movimiento mismo del Universo, con gestos relajados, apacibles, sin ritmo establecido; a ser “uno con el movimiento del otro”. Alcanzó, a través del arte sublime de la espada y tal vez sin ser consciente de ello, una cima inexpugnable e inexplorada del espíritu marcial y de la evolución del ser humano. Trascendió la imagen salvaje y brutal de la búsqueda de la eficacia en el combate con espada, y creo un camino de redención, de armonía con el Universo, de paz interior y de profundo respeto por la vida. Mostró a sus discípulos, a través del arte alquímico del sable, cómo alcanzar el reino de lo sagrado. Al final de sus días, Sekium estaba convencido de que ese estado del ser era sólo accesible por la “gracia del amor” y les enseñó a sus seguidores un concepto inexpresable e incomprensible para sus contemporáneos y para otras muchas generaciones futuras: amar al enemigo.
Yamaoka Tesshu, considerado el mayor maestro de sable de todos los tiempos, nació en Edo (Tokio en la actualidad) el 10 de junio de 1836. Desde muy niño tuvo una gran atracción por la espiritualidad y aunque estudiaba confucianismo, se sentía más inclinado hacia el pensamiento Zen. Amaba escalar las montañas, alcanzar las cimas y sentarse a meditar en las cumbres, que le evocaban la imagen del espacio, de la vacuidad y de la nada. Tras una experiencia espiritual en su juventud, en la que se sintió alumbrado por la imagen del Buda de la Compasión (Kannon-Bosatsu) percibió el inmenso sufrimiento de todos lo seres como existiendo en su propio interior (“todos los seres están llorando”) y decidió dedicar su vida a la búsqueda del despertar y de la liberación. Simultáneamente comprendió que el ideal del dharma (la “justa ley “) del guerrero consistía en dar la vida por los demás y no arrebatarla; tener un espíritu de sacrificio y abnegación, llevar una existencia sobria, y aún ascética, noble siempre, que el samurai podían llegar a representar, como símbolo viviente de un ser humano con espíritu compasivo, que se consagra a sí mismo y sacrificaba su existencia en beneficio de sus semejantes, de los pobres, los sometidos, de los inocentes, de los desfavorecidos y los humildes. Durante su vida, Yamaoka dio ejemplo de una filantropía y humanismo que iban más allá de lo verosímil. Vivió en una gran sencillez, y a menudo en la sórdida pobreza. Durante años su hogar apenas medía el espacio de tres piezas de tatami, y debido a su existencia miserable, uno de sus hijos murió de desnutrición. Yamaoka, aun en esa penosa situación, meditaba en postura de loto en una esquina del minúsculo habitáculo, hasta sumergirse en la vacuidad del ser. Sus biógrafos afirman que alcanzó tres veces el estado de despertar o “satori”. Hombre de valor y fuerza de carácter, se cuenta que cuando era maestro de armas y consejero del joven e impetuoso emperador Meiji, en una ocasión lo arrojó airadamente por lo suelos (dícese que incluso lo pateó) al encontrarlo ebrio, recriminándole su lamentable estado y su deshonroso ejemplo. El monarca le pidió perdón humildemente por su incalificable conducta. Era tal su nivel de destreza marcial, fruto evidente de su estado de conciencia, que al final de sus días combatía sin espada, simplemente esquivando, sonriente, los tajos de sus adversarios, que finalmente se rendían o caían agotados. El mismo se había sometido a entrenamientos inhumanos, como batirse en duelo embutido en precaria armadura de su creación ¡contra mil adversarios seguidos¡ sin descanso, sin comer y únicamente bebiendo de vez en cuando un poco de agua. Un combate libre (shiai) que podía durar hasta tres días. Pocos de sus seguidores han podido imitar a su maestro en tal hazaña física, o más bien, metafísica, e incluso se dice que algunos perdieron la vida por deshidratación y agotamiento.
Tras su llorada desaparición, semejante maestría nunca ha podido ser alcanzada por nadie, y los misterios de su escuela, la Muto-Ryu o del “sable-del-no-sable”, posiblemente se hayan perdido para siempre. Su gran compasión, su sobriedad, su profunda humildad, su alegría íntima y reveladora de un alma inmensa, y su gran valor —características de un tatsujin, de un verdadero maestro de la espada— dan fe de la eficacia de su sistema marcial.
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Considerado un calígrafo insuperable, y ya moribundo, depuso la espada y esgrimió la excelencia de su pincel impregnado de compasión, para dar vida a más de cien mil abanicos, considerados valiosas obras de arte, para que los numerosos pobres de su época pudieran venderlos y sobrevivir en tiempos de penuria y hambrunas. Tal vez a mediados del siglo XX solo otro hombre universal, el gran maestro Morihei Ueshiba, descubridor del Aikido, llegó a alcanzar un similar estado de despertar espiritual. Ueshiba O-sensei era un hombre extremadamente espiritual, un gran guerrero y un profundo asceta, que desde su juventud había adoptado como regla de vida (al igual que su maestro Onisaburo Deguchi, líder de la orden religiosa-esotérica O-Moto-Kyo) el antiguo y venerado mandato de kyokaku: “protector del oprimido y enemigo del fuerte”, al igual que algunos célebres samuráis del pasado. Más tarde, el propio Morihei adoptaría para el resto de su vida un concepto filantrópico y universalista aún superior, que define magistralmente el ideal santo de la caballería espiritual, con el que expresaba a su vez el añorado designio del tasujin, del Hombre-Sable, del hombre bueno, bienhechor, fuerte, justo y compasivo, realizado a través de arte sublime de la destreza espiritual, y por medio de la “espada de compasión airada”: Ban-Yu-Ai-Go: “protección amorosa de todo lo que existe”. A decir verdad, la esencia misma del Aikido, este sublime “Arte de la Paz”, emana de conceptos, inspiraciones, estados de consciencia e iluminación muy similares a los de Lizasa Choisai Ienao, Hariyaga Sekiun o Yamaoka Tesshu. ¡Tal vez un solo ser humano realizado a través de la vía de sable, un solo tatsujin en cada siglo, desde la edad media hasta nuestros días, sea suficiente para mostrar el camino, para desbrozar el sendero del “filo de la navaja” a innumerables buscadores del despertar. Como curiosa e inspiradora anécdota, diremos que las caligrafías de estos maestros del espíritu y del sable se asemejan tremendamente, pues poseen una casi idéntica fluidez y espaciosidad; son circulares, acuáticas, sin ángulos, de un solo trazo, sin aristas, impregnadas de su profundo kokyu, de su alma o “soplo del espíritu”, de su amor sin reservas, revelando así su carácter armonioso y compasivo, su mente expandida, su conciencia esclarecida.
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Un mismo estado de la mente, una misma cima de iluminación alcanzada por medio de una vida de meditación, renuncia al mundo, sufrimiento personal, de implacable lucidez y de “compasión activa”.

47 Ronin: La historia de los leales Samuráis de Ako

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Pocas veces en la Historia un hecho ha tardado tan poco tiempo en convertirse en mito

La singular hazaña de los 47 ronin es una de las leyendas nacionales más conocidas y significativas del Japón, habiendo traspasado sus fronteras e influyendo notablemente en la conformación del carácter y la idiosincrasia de su país a lo largo de los siglos.

Curiosamente, los hechos que dieron origen a la leyenda ocurrieron en época relativamente moderna. El 30 de enero de 1703, según el calendario occidental, en una madrugada nevada y ventosa, 47 samuráis sin amo, que habían servido a la noble casa desaparecida de Ako, penetraron en la mansión situada en un barrio de Edo (actual Tokio) perteneciente al caballero Kira Kozuke-no-Suke Yoshinaka, antiguo maestro de ceremonias del palacio del shogun, y valiéndose de la sorpresa y de un plan de acción perfectamente planificado, se enfrentaron victoriosos a más de doscientos enemigos, localizando a su objetivo principal, el propio Kira, decapitándole y llevando su cabeza como ofrenda hasta la tumba de su antiguo señor, Asano Takumi-no-Kami Naganori.

Se cumplía así una justa venganza, cuyo origen se remontaba prácticamente a casi dos años atrás, cuando, en 1701, el señor Asano había sido provocado por Kira en el interior del palacio del shogun, obligando al primero a que sacara la katana bajo su noble techo, lo cual estaba terminantemente prohibido y penado con la muerte. Pese a las súplicas de sus hombres y los testimonios que culpaban de los hechos al mezquino Kira, Asano fue condenado a morir, infligiéndose el seppuku o hara-kiri, último honor reservado a todo samurái o daimio (señor feudal) sentenciado a muerte. El joven amo del señorío de Ako acató el veredicto sin protestas, practicándose el doloroso ritual de inmediato. Su viuda se exilió al Templo de Sengakuji, en Edo, mientras su castillo y sus tierras eran expropiados por el shogun, dejando a los samuráis a su servicio, que llevaban décadas con la familia Asano, convertidos en ronin, es decir, samuráis sin amo. Fue el consejero principal del castillo de Ako, situado a buena distancia de Edo, el caballero Oishi Kuranosuke, quien reunió a su alrededor en secreto a los más fieles servidores de su difunto señor, conjurándose para vengarse y hacer justicia, pues el caballero Kira había sido exonerado de cualquier culpa por el consejo del shogun.

Veintidós meses de penalidades, miserias e ignominias pasaron para los ronin, durante los cuales Oishi Kuranosuke aparentó convertirse en mujeriego y bebedor, abandonando a su familia, a fin de despejar cualquier sospecha de las autoridades en cuanto a sus planes de venganza. Sin embargo, junto a sus fieles cuarenta y seis seguidores, finalmente, aquella noche de invierno, cuando ya nadie lo esperaba y sus nombres eran objeto de burla y vergüenza, Kuranosuke cumplió su palabra, llevando a cabo una hazaña inmortal, en la que unos pocos se enfrentaron a muchos… Sabiendo que el único destino que les aguardaba, a pesar de la victoria, era la muerte: todos ellos serían condenados a su vez a practicarse el hara-kiri, a excepción del más joven entre todos, perdonado por el propio shogun Tsunayoshi. El veinte de marzo de 1703 (fecha occidental) los 46 ronin se hicieron el seppuku, siendo enterrados frente a la tumba de su señor, en el Templo de Sengakuji. Años después, gracias a su sacrificio, el nombre de la casa de Asano sería restaurado y su honor restablecido. Terminaba así el sangriento episodio conocido por los historiadores como Incidente de Ako o Incidente Genroku (aludiendo esto último a la Era del calendario japonés en que tuvieran lugar los hechos). Pero comenzaba la leyenda.

La opinión popular y la simpatía de las gentes estaban, casi unánimemente, del lado de los 47 ronin, que habían combatido y entregado sus vidas para defender el honor samurái, en una época en que este parecía haber desaparecido. De inmediato, apenas semanas después de los hechos, comenzaron a representarse obras de títeres (joruri o bunraku) inspiradas en los sucesos, aunque siempre con los nombres, fechas y ciertos detalles alterados, para escapar a la censura del shogun. Una de estas obras, «Kanadehon Chushingura», bautizó el género dedicado a glosar la hazaña de los ronin como «Chushingura», que viene a significar «tesoro de los siervos leales» y sigue utilizándose hoy día como sinónimo de su trágica aventura. Más de doscientas películas, incontables obras de teatro kabuki, poemas, novelas, libros de Historia, algunos desde ópticas revisionistas y desmitificadoras, pero también series de televisión, mangas y animes, han convertido «Chusinghura» en el equivalente nipón a las historias del Rey Arturo, Robin Hood, El Cid o Jesse James y los desperados del Oeste Americano. Su nombre simboliza las más altas virtudes de entrega, sacrificio, paciencia y heroísmo de la cultura samurái y, por extensión, del pueblo japonés. En Occidente, su popularidad creció inmensamente al publicarse en inglés, hacia 1880, la novela «47 ronin. La historia de los leales samuráis de Ako» (reeditada ahora en castellano, en edición crítica y comentada, por la editorial especializada en cultura nipona Satori), del autor japonés Tamenaga Shunsui, convenientemente adaptada al gusto occidental, y auténtico best-seller capaz de conquistar a lectores tan ilustres como el mismísimo Theodore Roosevelt o el escritor Robert Louis Stevenson. Las tumbas de los 47 ronin -el samurái perdonado fue también enterrado junto al resto, tras su muerte con más de ochenta años de edad- constituyen un verdadero santuario, visitado anualmente por miles de japoneses y extranjeros, que siguen rindiendo asombrado homenaje a estos héroes singulares, símbolo de una cultura y una tradición no menos únicas.

El Honor

El pundonor obliga muchas veces a los japoneses a hacer cosas que por lo extraordinarias parecen imposibles, como lo demuestra este caso real:

Dos grandes de la corte del Emperador que se encontraron en la escalera del palacio, rozaron por casualidad sus espadas al pasar; el que bajaba se sintió ofendido, a pesar de la excusas que el otro procuró darle, diciendo que el choque había sido casual y de ninguna consecuencia, pues se reducía a haber estado en contacto dos espadas de igual valor y mérito. Voy a probaros contestó el primero, la diferencia que hay de vuestra espada a la mía, y sacando el puñal se abrió el vientre. Sube el otro sin desplegar los labios, sirve al Emperador un plato que para su mesa llevaba en las manos, vuelve sin dilación a encontrar a su adversario que halló espirando, y le dice: si no hubiese tenido necesidad de servir a mi amo, me habría anticipado a vos; pero ahora que estoy desocupado, y ya que aquello me fue imposible, voy a seguiros, y hundiendo la hoja del puñal en su vientre, murió contento por haber hecho ver que su espada valía tanto como la del otro. Dos occidentales se habrían desafiado, y dado muchas cuchilladas, lo que no sé si sería menos bárbaro; pero es evidente, que en este particular poco tenemos que echarles en cara, y menos aún, si se toma en consideración que siendo entre ellos una gran deshonra el temer a la muerte, se encuentran muchas veces en la precisión de tenérsela que dar, para llenar este que consideran sagrado deber.

Un noble de Fingo, tenía una esposa de sin par belleza, de la cual era sumamente amado, lo que hubiera hecho su felicidad, si {el hubiese sabido ocultar su bienestar; pero habiendo llegado su dicha a noticias del emperador, le acarreó la muerte. Pocos días después hizo este Príncipe llamar a la viuda, para obligarla a permanecer en su palacio; a lo que ella contestó que estaba muy agradecida del insigne honor que recibía; pero que le pedía sin embargo la permitiese llorar a su esposo por espacio de 30 días, y despedirse después de sus parientes en un banquete que les pensaba dar; a cuya demanda, no solamente accedió el Emperador, sino que quiso además honrar el convite con su presencia. Después de levantada la mesa se dirigió la viuda a un balcón como para contemplar el campo, y se precipitó a la calle en donde se hizo pedazos, pues había tenido cuidado de disponer el festín en el piso más elevado de la casa. Este suicidio tan bien premeditado, y con tanta sangre fría ejecutado, tuvo solo por objeto poner a salvo su honor, y conservar la fidelidad que había jurado a su marido. Los japoneses son sobrios y tienen gran facilidad en dominarse a sí mismos, son de una gran nobleza y grandeza de alma, son también de carácter más bello y noble y pocos ignoran el rasgo de abnegación de aquellos 3 hermanos, que no sabiendo cómo alimentar a su madre que se hallaba en la indigencia, sacaron suerte entre sí, para que uno de ellos fuese entregado por los otros a los tribunales como culpable de un crimen, cuyo autor se buscaba, y cuya captura debía ser remunerada con una cantidad considerable de dinero.

Extraído de:

Historia del Japón y sus misiones

Pierre Francois – Xavier de Charlevoix

Zenyarte.blogspot

KENDO, EL ARTE DE LA ESPADA SAMURAI

Buscar un comienzo y unos nombres concretos dentro del génesis del Arte del Kendo, es difícil. El Kendo unido en símbolos y honor a los antiguos Samuráis, siendo actualmente la imagen viva del Arte de la espada de los practicantes del Bushido, tiene dos vertientes que incluso hoy día no están muy aclaradas.

En los libros antiguos de la historia del Japón, escritos desde los tiempos mitológicas hasta los reinados del Sukio Tenno y Jito Tenno la primera referencia hecha a un Maestro de la espada es hacia la persona de Choisai Lizasa, en relación a la creación del Kenjutsu. Otros historiadores ponen a la cabeza a Kunimatsu, no Mahito como fundador de este Arte, pues éste era descendiente directo del famoso Amatsu Loyane, quien era muy hábil en el manejo de la espada. El estilo de Kunimatsu, no Mahito, era llamado «Kashima no Tachi», que era el sistema empleado por Kashima Shrime, en la forma de manejar el sable. El problema surge cuando se llega a averiguar que han existido tres diferentes sistemas según los períodos a saber: Joko-Ryu (estilo antiguo), Choko-Ryu (estilo medieval) y el Shinto-Ryu (estilo moderno). Para algunos historiadores estos estilos eran el desarrollo del método de Kunimatsu, no Mahito, llega a ser difícil una aproximación cierta a la verdad de estos orígenes, pues por aquella época no existía el nombre de ningún método de manejo de la espada, siendo todos muy personales y particulares. Aunque si se sabe que la verdadera escuela de Kendo comenzó en el año 1346 y fue creada por el Samurai Nodo, seguido en 1348 por Shinkage.

Durante una gran cantidad de años, si se encuentra referencia a una espada de madera llamada «bokken», muy conocida para los practicantes de Kendo y Aikido. El Bokken, es una espada de madera con las mismas dimensiones y peso que una espada real.

En la época del Período Heian, en Japón, hubo mucha influencia de China. Se importó Filosofía, Arte, Cultura, etc… y una gran cantidad de cosas que recibieron la atención de los ciudadanos del Japón. Prácticamente todo el mundo se centró en el estudio y desarrollo de la filosofía y el Arte, más bien que en las Artes Marciales, de esta forma llegaron a ser un poco olvidadas, aunque su práctica continuaba, pero siempre con la carencia masiva del interés popular. Lo que nadie pensó fue que aquellos practicantes de Kenjutsu llegarían a formar un papel importante en la historia del Japón, sólo unos pocos años más tarde. Aquellos eran los Bushi.

Mucha gente no entiende bien lo que significa el Bushido. La unión entre el Budismo y el Shintoismo fue lo que dio origen al Bushido, la Vía del Samurai. Esta Vía o Camino puede ser resumida en siete puntos principales:

GI: La decisión justa. La actitud justa, la verdad.

YU: La bravura con cariz de heroísmo.

JIN: El amor por todo el Universo, benevolencia hacia la humanidad.

REI: El comportamiento justo.

MAKOTO: La sinceridad total.

MELYO: El honor y la gloria.

CHUGI: La devoción y la lealtad.

El Bushido fue enseñado a los niños desde pequeños, era el Código del honor de los guerreros Samurai. El comienzo del Bushido se remonta al siglo XIII, cuando los Samuráis llegaron a ser parte importante en los aspectos políticos y sociales del Japón. Ellos necesitaban un guía de conducta, ante toda la nación, una especie de auto conciencia para su vida diaria, así crearon el Bushido… «el Código del Samurai».

Los Samurai se basaron en los hechos diarios y en la práctica de los tiempos feudales para escribir su código del Honor. El Bushido como filosofía puede tener una semejanza en Europa, con la Época de los Caballeros y la Edad Media. Al Samurai, en su Camino de Vida, se le exigía un entrenamiento diario durante toda su vida, para en algún momento alcanzar la perfección. Desde pequeños entrenaban a los niños en las ideas del Bushido, enseñándoles Caligrafía, Economía, Arte, Cultura, Filosofía, el Arte de la espada, Poesía, etc… de la forma que de mayor fuera un hombre capaz para cualquier tipo de cargo.

Alrededor de 1380 Nagahide Choju, fundó una escuela para desarrollar el sistema de manejo de la espada. Fundó la Choju Ryu. La familia Choju había servido durante mucho tiempo a los Shogun del período de Kamakura. De esta forma las mejores técnicas de espada eran enseñadas a los Samurai, con el fin de que pudieran llegar a ser admitidos en algún alto cargo y más adelante y con más fama poder abrir su propia escuela sobre el manejo del sable y enseñar su propio método o sistema.

Algo que hay que destacar, es que para los antiguos Samuráis su espada era lo más importante y realizaban un auténtico ritual a la hora de ponérsela en la cintura o de descansar. Un auténtico Samurai dormía al lado de su espada y nunca se separaba de ella.

A finales del siglo XIII, Shigenobu Hayashizaki fundó un nuevo sistema del manejo del Katana. Hayashizaki dio el nombre de Shimeimuso-Ryu o Muso-Ryu, a su nuevo método. Esto junto con la nueva costumbre de llevar un pequeño cuchillo en el otro lado de su cadera, y la importancia de los Samuráis en la vida política y social, impulsaron fuertemente el Arte de la Espada.

Uno de los más famosos esgrimistas de la espada japonesa, fue Miyamoto Mushashi. Durante mucho tiempo estudió con los mejores instructores de Kata del Japón y cultivó mucho sus estudios. Escribió un libro llamado «Gorin no So», que no trata de técnica, sino de estrategia para los mejores estrategas. Muchos karatekas toman el espíritu y las tácticas, para los combates, de las ideas de Musashi, aunque el combate al que se refiere M. Musashi en su libro no es para ganar un Campeonato, sino para defender la vida.

Fue Chuta Nakanishi quien dio el auténtico impulso al Arte del Kendo, haciendo una serie de estudios acerca de las cosas necesarias para una mejor práctica del Kendo. El aparte de contribuir al Arte con armadura y otras armas, fundó sus sistemas de combate con la espada. Al que llamó Itto-Ryu Nakanishi. durante los años de estudio de Chuta en el Dojo de Chuicho Ono IV, él estaba considerado mucho mejor practicante que incluso su profesor, esto fue lo que le indujo, por respeto a su Maestro, a marcharse fuera y crear su propia escuela. Fue exactamente Ono quien diseñó la espada de madera, Chuta esta un tanto disgustado y pensó que se podía mejorar mucho más de lo que ya estaba. De esta manera, Chuta puso comienzo a una investigación de años, que al final llevaría a desarrollar un «shinai» de bamboo, los guantes protectores, llamados «Kote». Muchos de sus alumnos no estaban de acuerdo con que se vistiera estos guantes y se practicara con una especie de espada de bamboo, pero otros pensaron que era la mejor forma de entregarse al entrenamiento, sin mucho riesgo de dañar al compañero.

Posteriormente entre 1765 y 1770 Chuzo Nakanishi de Edo, continuó los estudios y creó un peto protector para los golpes al pecho al que llamó «do». Que junto con el Kote y el Shinai, llegaron a ser el equipo del Kendoka de aquel tiempo. Fue con este espíritu de mejorar el Kendo con lo que se llegó a descubrir o idear la pieza más importante para la seguridad del practicante. El casco llamado «men». Un poco más adelante se incorporó a la vestimenta el «tenugui» o «hachimaki», que servía y sirve hoy día para proteger al practicante de la caída del sudor a los ojos, durante el entrenamiento y para proteger la parte posterior del cuello al atar el casco protector o men, pues las cuerdas pueden rozar la piel.

Todos estos complementos exigían unas nuevas reglas para dentro del Dojo y este nuevo estilo pasó a ser llamado Kenjutsu a Kendo, que significa «el camino de la espada». Las técnicas que eran cerca de 300, fueron por acuerdo de los Maestros disminuidas a unas 100, llegando a ser estas las que se enseñaran posteriormente. Esto ocurrió hace ya muchísimos años y hoy día el arte del Kendo es enseñado en las Universidades e Institutos de todo el Japón. Existen Campeonatos por todo el mundo y el Arte de los Samuráis ha llegado hasta nuestros días como parte de la cultura del pueblo nipón.

Hace unos años la Federación japonesa de Kendo redactó un escrito en donde decía que en Kendo el entrenamiento estaba dividido en dos partes, a saber: a) práctica básica y b) práctica libre. Durante la práctica básica el estudiante no lleva su armadura y practica las técnicas básicas y su aplicación. En la práctica libre visten su armadura (bogu) y se golpean unos a otros, durante los combates, al tiempo que les permite ver sus golpes fuertes y aquello que más deben practicar o no realizan también en un combate.

En la práctica básica hay dos métodos:

ACCIÓN INDIVIDUAL.- Se practica sin armadura y en solitario. La primera cosa que una practicante debe entrenar son las bases del Kendo, y por medio de las acciones individuales llegará a tener una buena forma y equilibrio, para más adelante practicar el combate o las técnicas en pareja con otro compañero. Este tipo de práctica puede ser realizada incluso cuando se tiene un nivel muy alto.

ACCIÓN RELATIVA.- Una vez que el practicante ya ha entendido el entrenamiento de las bases, en solitario, comienza el entrenamiento con un compañero. Hay tres formas de realizarlo:

Entre estudiante.

Golpeando objetos reales, para habituarse al contacto en sus manos y brazos.

Con el profesor.

En el primer método, los practicantes cara a cara, practican los golpes y técnicas que conocen. Siempre bajo la dirección del instructor. El segundo método, tiene como fin el preparar los brazos y manos del practicante al golpear objetos reales y aplicar la fuerza real. Corregirá el ángulo del golpe, al ver que de una manera se hace daño en la muñeca o la inclinación del cuerpo al perder el equilibrio… puesto que no es lo mismo hacer la técnica, bien al aire que golpear de verdad. Llega a ser lo mismo que en Karate, un puñetazo. Si nunca se golpea un Makiwara o algo parecido, nunca se sabrá lo que es un verdadero golpe. El verdadero golpe es cuando lo aplicamos con toda la fuerza y técnica.

El tercer método, es el más directo y el menos practicado hoy día, pues un profesor no puede ir en una clase de 20 alumnos a practicar uno por uno. Esta oportunidad vendrá según los compañeros que existan y el instructor siempre estará atento para corregir fallos al alumno, al tiempo que él mismo cometerá fallos a propósito, con el fin de que el alumno comience a combatir con la cabeza, observando oportunidades y errores del contrario.

Posteriormente, llega la práctica libre en donde el Kendoka puede poner en práctica de una forma más personal, lo que ha aprendido. Esta práctica es llamada Jiyu Reshu. Tal vez en este momento el practicante piense que lo sabe todo o casi todo y que puede ser un gran Kendoka, pero como dice el proverbio «Roma no fue construida en un día» y un verdadero Maestro del Kendo no se hace rápidamente, sino con esfuerzo y sacrificio diario durante muchísimo tiempo. De esta manera dice el Maestro Takano: «El arte supremo consiste en no perder nunca la sangre fría. Guardar una calma interior absoluta. Y es aquí cuando el movimiento nuestro aparece, exactamente en el instante en que intenta mover el adversario». Este es el gran secreto del Kendo.

Autor: JOSÉ Mª FRAGUAS /Publicado: SENSEI /jlgarcia.galeon.com

HAGAKURE

HAGAKURE (hojas ocultas) Hagakure, que significa «oculto bajo las hojas», es un antiguo breviario de caballería inspirado en el célebre código Bushido. Nos expone la vía del guerrero, cuyos preceptos filosóficos y ética trascendental presentan al Bushi .

Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla cotidiano. Para el Samurai, la vida es un desafío, y la muerte es preferible a una vida indigna o impura. Esta es la noble y espectacular lección del HAGAKURE .

Mantenido en secreto durante siglos, el Hagakure fue el libro de cabecera de Yukio Mishima .

He descubierto que la vía del Samurai reside en la muerte. Durante una crisis, cuando existen tantas posibilidades de vida como de muerte, debemos escoger la muerte. No hay en ello nada difícil; sólo hay que armarse de valentía y actuar. Algunos dicen que morir sin haber acabado su misión es morir en vano. Este razonamiento es el que sostienen los mercaderes hinchados de orgullo que merodean por Osaka; no es más que un razonamiento sofisticado a la vez que una imitación caricaturesca de la ética de los Samurais .

Hacer una elección juiciosa en una situación donde las posibilidades de vivir o de morir se equilibran, es casi imposible. Todos preferimos vivir y es muy natural que el ser humano encuentre siempre buenas razones para continuar viviendo .

El que escoge vivir habiendo fracasado en su empeño, será despreciado y será a la vez un cobarde y un fracasado. El que muere después de haber fracasado, muere de una muerte fanática, que puede parecer inútil. Pero en cambio, no será deshonrado. Tal es la vía del Samurai .

Para ser un Samurai perfecto es necesario prepararse a la muerte mañana y tarde e incluso durante todo el día .

Cuando un Samurai está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor .

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 La Rutina Cuando Hotta Haga No Kami Masamori era paje del Shogun, era tan obstinado que este último decidió someterlo a prueba. Para hacerlo, hizo calentar a blanco un par de sandalias y las colocó sobre un brasero. Masamori tenía por costumbre coger las sandalias colocadas al lado del brasero para ir a recibir a su Señor. Esta vez, en cuanto tocó las sandalias notó la quemadura en las manos. Pero actuó de la manera acostumbrada, así que el Shogun se las quitó rápidamente de las manos .

Uno de los Samurai de Matsudaira Sagami No Kami estaba en una pensión en Kyoto para recoger dinero. Un día que estaba en el portal viendo pasar a la gente, oyó a un transeúnte gritar: «Se dice que los hombres del Señor Matsudaira están enzarzados en un combate.» El samurai se dijo: «Es muy lamentable que mis compañeros estén implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que estaban de servicio en Edo.» Se informó sobre el lugar del combate y cuando llegó jadeante, sus compañeros habían sido heridos ya por sus adversarios, que estaban a punto de darles el golpe de gracia. Acompañando su ataque de un grito, golpeó a dos hombres y regresó a Kyoto. Este asunto llegó a oídos del oficial del Shogun que mandó llamar al Samurai para preguntarle: «Habéis ayudado a vuestros compañeros, desobedeciendo con ello al edicto del Gobierno. ¿Cómo es eso?» Él contestó: «Vengo de la provincia y me es difícil entender lo que Su Señoría me dice. ¿Podría volver a repetirlo?» El oficial enfureció y dijo: «¿Está usted sordo? ¿Habéis estado implicado en una pelea, derramado sangre y desobedecido el decreto gubernativo, quebrantando las leyes, sí o no?» El hombre contestó: «Ya había comprendido todo esto. Aunque lo afirméis, yo no he desobedecido voluntariamente a las leyes y no he tenido intención de desobedecer al gobierno. La razón de ello es que todo ser viviente concede a la vida cierto precio y desde luego lo mismo ocurre con los seres humanos. Por mi parte, doy un gran valor a la vida humana. Pero he oído que mis compañeros estaban en peligro y hacer ver que uno no se ha enterado de nada no es digno de la Vía del Samurai. Por ello he corrido para socorrer a mis compañeros. Volver a mi casa, la vergüenza en el corazón, sabiendo que mis amigos han sido asesinados, habría prolongado desde luego mi vida, pero era desobedecer a la Vía. Para seguir la Vía, uno debe sacrificar su preciosa vida. Es debido a esto, a respetar a la Vía y no por despreciar el reglamento, que decidí ir allí. Os ruego, ahora, que procedáis a mi ejecución.» El oficial quedó impresionado, archivó el asunto y escribió al Señor Matsudaira: «Tenéis un valiente Samurai a vuestro servicio. Espero que lo sabréis cuidar como se merece.»

Las Raíces El árbol genealógico del Señor Soma, sobrenombrado el Chiken Marokoshi, era el más elaborado del Japón. Un año en el que su hacienda se incendió y estuvo a punto de ser destruida, el Señor Soma dijo: «Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar. Lo único que lamentaré es no haber podido salvar mi árbol genealógico, que es un tesoro de familia de lo más precioso.» Allí estaba un Samurai y dijo: «Voy a entrar en la casa y traerlo.» El Señor y los demás se pusieron a reír, diciendo: «La casa es ya pasto de las llamas, ¿cómo lo conseguiréis?» Aquel hombre no había sido jamás muy hablador y no había sido particularmente diligente pero era alguien que iba hasta el final en todo lo que hacía. Dijo también: «Hasta ahora no he sido de una gran utilidad a mi amo, porque no he sido muy cuidadoso, pero he vivido con la idea de que un día mi vida podría ser útil .

Me parece que este momento ha llegado.» Entonces se lanzó a las llamas. Cuando el incendio fue apagado, el amo ordenó: «¡Que se encuentre su cadáver! ¡Qué gran pérdida!» Después de haber buscado por todas partes, se descubrió su cuerpo en el jardín próximo a los apartamentos; cuando se le dio la vuelta, salió sangre de su vientre .

El Samurai se había abierto el vientre y en él había colocado el documento para que permaneciera intacto. A partir de ese día, se sobrenombró este documento «la genealogía de la sangre» .

En el Koyogunkan, alguien dijo: «Cuando estoy frente al enemigo, siempre tengo la impresión de que penetro en las tinieblas y a causa de esto he sido herido gravemente… sin embargo, vos que habéis combatido con tantos hombres valientes jamás habéis sido herido. ¿Cómo es posible esto?» El otro contestó: «Cuando me enfrento con el enemigo, es desde luego como si penetrara en las tinieblas. Pero enseguida tranquilizo mi mente, todo se vuelve como una noche iluminada por la pálida Luna. Si ataco en este momento, sé que no seré alcanzado.» Esta es la situación en el momento de la verdad .

 Tácticas Militares En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente: «Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres.» Cuando uno intenta tomar el castillo de un enemigo y es necesario retirarse, hay que replegarse, no siguiendo la carretera principal sino las carreteras secundarias. Se debe tender a sus muertos y heridos con el rostro girado hacia el enemigo. Es evidente que el guerrero tiene que estar en vanguardia durante el ataque y en la retaguardia cuando la retirada. Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el buen momento no se debe olvidar el ataque .

Entre los principios secretos de Yaygu Tajima No Kami Munemori, hay un proverbio: «No existe táctica militar para un hombre de gran fuerza moral.» Instruido por esto, cierto vasallo del Shogun fue a ver al Maestro Yagyu y le pidió que lo aceptara como a su discípulo. El Maestro Yagyu dijo: «Me parece que ya sois alumno de una escuela de Artes Marciales. Decidme el nombre de vuestra escuela antes de iniciar nuestras relaciones de maestro-discípulo.» El hombre contestó: «Yo no he practicado jamás un arte marcial.» El Maestro dijo: «¿No habéis jamás aprendido la disciplina de la escuela Tajima Nokami? Tengo la impresión de que sois uno de los maestros del Shogun. El hombre juró que no. El Maestro le preguntó entonces: «¿Tenéis algún tipo de convicción profunda?» El hombre contestó: «De niño tomé conciencia de que el Bushi es un hombre que no debe arrepentirse de su vida. He enterrado este pensamiento en mi corazón durante muchos años y ello se ha vuelto una convicción. Por ello, jamás pienso en la muerte. No tengo ninguna otra concepción fuera de ésta.» El Maestro Yagyu quedó muy impresionado y dijo: «Mi intuición no me ha engañado. El principio más profundo de la táctica marcial es el que vos poseéis. Hasta ahora, de cientos de discípulos que he tenido, ninguno ha alcanzado este principio. No es necesario prepararos con el «sable de madera» (boken). Voy a iniciaros inmediatamente.» Enseguida le dio un pergamino. Esta historia ha sido relatada por Muragawa Soden .

Si alcanzáis demasiado rápido la gloria, la gente se volverá vuestro enemigo y no seréis de ninguna utilidad. Si os eleváis progresivamente en el mundo, las personas serán aliados vuestros y seréis felices. A la larga, que hayáis sido rápido o lento, en cuanto hayáis adquirido la comprensión de los otros, nada os amenaza. Se dice que la suerte que os es dada por otros es la más segura .

 Los Cuatro Votos Algunos son capaces de actuar con sabiduría cuando la ocasión lo requiere .

Otros se ven obligados a permanecer despiertos largas horas, presos de angustia, antes de descubrir la solución correcta al problema planteado. Pero aunque estas deferencias innatas sean en cierta medida inevitables, cada uno puede alcanzar dones de sabiduría insospechada adoptando «los cuatro votos» .

Parece que cualesquiera que sean los dones personales, cualquiera que sea la dificultad del problema, a una reflexión suficientemente larga y profunda. En tanto uno funda su razonamiento sobre el «Yo», puede ser muy prudente y astuto pero no sabio .

Los seres humanos son insensatos y les es difícil abandonar su «Yo». A pesar de todo, un individuo enfrentado a una situación complicada tiene grandes posibilidades de encontrar una solución, si llega a abstraerse momentáneamente del problema, concentrándose sobre los «cuatro votos» y abandonando su «Yo» .

Decisiones Poseemos muy poca sabiduría; sin embargo, tenemos una gran tendencia a referirnos a ella para resolver nuestras dificultades. Debido a que nos preocupamos esencialmente de nosotros mismos, nos desviamos de la Vía del Cielo y nuestras acciones se vuelven malas. A los ojos de los demás, somos despreciables, débiles, limitados y totalmente ineficaces. Cuando nos sentimos incapaces de una competencia verdadera es preferible apelar a alguien más sabio. No estando personalmente implicado, tal vez pueda revelarse como un juez preclaro -ya que no tiene un interés propio-. Estará en medida de aconsejar la elección más juiciosa .

Si observamos a un hombre que toma sus resoluciones de esta manera digna de notarse, sabemos que está resuelto, autónomo, digno de fe y enraizado en la realidad. Su sabiduría, alimentada por los consejos de los demás, puede compararse a las raíces de un gran árbol de follaje espeso y denso .

Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido por el viento .

La Critica a Los Demás Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurai. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las personas se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables. Tal manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como colocar a alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara. Esto no es muchas veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el corazón .

La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza para que tenga fe en nuestras palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen momento y la buena manera de ejercer su crítica – por carta o al regresar de una reunión particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y luego llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las necesarias .

 Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar su humor; volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo que el hombre sediento lo es al agua. Es entonces cuando hay que corregir sus errores. La crítica constructiva es delicada .

Sé por experiencia que las costumbres malas y antiguas, no ceden sin fuerza. Me parece que la actitud más verdaderamente caritativa consiste, para todos los Samurais al servicio de un mismo Daimyo, en ser benevolentes y amistosos los unos con lo otros, corregir mutuamente sus errores para servir luego al Daimyo. Poniendo a alguien voluntariamente en una situación embarazosa no se hace nada constructivo. ¿Cómo podría ser de otro modo? Previsión El lenguaje militar emplea los términos de «Samurai ilustrado» y de «Samurai ignorante». Un Samurai que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurai que se preocupa por adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que ocurra, un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes de la hora. Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrase en una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte anormal. Sólo un Samurai negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción .

No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante .

Como dice el proverbio: «El pez no vive en el agua clara». Son las algas las que le permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles y no cuida de las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera comprender el carácter y el comportamiento de los demás .

Cuando el Señor Mitsushige sólo era un niño, se le pidió leer un pasaje de un libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños y a los acólitos para decirles: «Os ruego que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche» .

El monje quedó impresionado y dijo a los fieles: «Es con este espíritu que hay que hacer todas las cosas» .

Como Ha de Ser el Samurai Tengo la impresión de que los jóvenes Samurais de hoy en día se han fijado objetivos lamentablemente bajos. Tienen la mirada furtiva de los ladrones. La mayoría sólo busca su interés personal o hacer gala de su inteligencia. Incluso los que parecen tener el alma serena sólo muestran una fachada. Esta actitud no es conveniente. Un Samurai sólo lo es verdaderamente en la medida que no tiene otro deseo que morir rápidamente -y de volverse puro espíritu- ofreciendo su vida a su amo, en la medida donde su preocupación constante es el bienestar de su Daimyo, al que rinde cuentas continuamente, sin cesar, de la manera mediante la cual resuelve los problemas para consolidar las estructuras del dominio. De este modo, Daimyo y servidores deben estar determinados de la misma manera. Es indispensable que nadie, ni siquiera los dioses y los Budas, puedan haceros desviar de la meta fijada .

La Pérdida de la Virilidad He aquí lo que decía uno de mis amigos. Parece que un tal Doctor Kyon afirma lo siguiente: «En medicina se distingue a los hombres de las mujeres en virtud de los principios del Yin y del Yang; por consiguiente, los tratamientos médicos son fundamentalmente diferentes. Además, su pulso es también diferente. Sin embargo, en el curso de estos últimos cincuenta años, el pulso de los hombres se ha vuelto idéntico al de las mujeres. Desde que me he fijado en este fenómeno, he considerado bueno tratar las enfermedades oculares de los hombres por los medios apropiados al pulso de las mujeres. Cuando intento aplicar a mis pacientes varones los cuidados previstos para ellos, no obtengo ningún resultado». En efecto, el mundo está abordando un período de degeneración; los hombres pierden su virilidad y se parecen cada vez más a las mujeres .

Es una convicción inquebrantable que he adquirido en el curso de mi experiencia personal y que he decidido no propalar. Desde entonces, no olvidando nunca esta reflexión, cuando miro a los hombres de hoy en día, me digo: «Mira, mira, he aquí un pulso femenino». Ya no encuentro prácticamente nunca lo que se llama un hombre verdadero. Debido a esto es por lo que es posible hoy en día ser considerado excelente y acceder a una posición importante con un esfuerzo mínimo. Los hombres se vuelven cobardes y débiles, la prueba de ello está en que, hoy en día, raros son los que tienen la experiencia de haber cortado la cabeza de un criminal con las manos atadas a la espalda .

Cuando se les pide ser el asistente del que va a suicidarse ritualmente, la mayoría considera que es más hábil evadirse e invoca a excusas más o menos válidas .

Hace sólo cuarenta o cincuenta años, se consideraba una herida combate como una marca de virilidad. Un muslo sin cicatrices era un signo tan destacado de falta de experiencia que nadie se hubiera atrevido a mostrarlo tal cual, prefiriendo infligirse una herida voluntaria. Se esperaba de los hombres que tuvieran la sangre ardiente y fueran impetuosos. Hoy en día la impetuosidad es considerada como una ineptitud. Los hombres de hoy en día utilizan la impetuosidad de su lengua para rehuir sus responsabilidades y no hacer nunca ningún esfuerzo. Desearía que los jóvenes reflexionaran seriamente sobre esta situación actual .

 Mushin El Monje Tannen tenía costumbre de decir: «La gente ha terminado por no entender nada porque los sacerdotes ya no enseñan más que la doctrina de Mushin. Lo que se llama Mushin es un espíritu sin mancha y sin complicación. Esto es interesante» .

La Vía del Samurai El Señor Sanenori decía: «En el seno de un espíritu en donde la perversidad no encuentra su lugar, está la vía». Si esto es verdad, la Vía es una. Pero nadie puede comprender esta evidencia en el primer intento .

La pureza no se consigue sin esfuerzo .

El carácter chino gen puede leerse en japonés maboroshi y significa «ilusión» .

En japonés, los magos indios se llaman Gen shu sushi o «ilusionistas» .

Los seres humanos son marionetas aquí abajo. Es por ello que se utiliza el carácter gen para sugerir la ilusión del libre arbitrio .

Abominar del mal y conducir su vida con rectitud se vuelve extremadamente difícil. Ello es bastante sorprendente pero muchos errores tienen por origen la creencia de que es esencial ser estrictamente lógico y colocar la rectitud por encima de cualquier otra cosa. Existe una vía más elevada que la rectitud, pero su descubrimiento no es una cosa fácil e impone una profunda sabiduría. Comparados con esta vía, los principios lógicos son insignificante, en efecto. Aunque para el que no tenga la experiencia de ella o no la conozca, existe una manera de descubrir la verdad, incluso si uno no ha sabido discernirla solo. Esta vía consiste en hablar con otros. Ocurre a menudo que una persona, aunque imperfecta, puede dar consejos juiciosos a otra, porque ella puede dominar la situación exterior, del mismo que el que, en el juego de Go, tiene «la ventaja de ser espectador». Se dice que es igualmente posible discernir sus faltas por la «mirada en uno mismo» y por la meditación, pero también en este caso el resultado es igualmente mejor cuando uno habla con otros. La razón de esto es que se puede superar su propia facultad de discernimiento si uno aprende a escuchar con provecho a los demás y leer libros .

Uno siempre se enriquece de la sabiduría de los Antiguos .

Entrenamiento Me dijeron que un maestro de sable ya anciano había dicho esto: «El Samurai debe entrenarse toda su vida», y para ello hay una razón. Al principio, incluso en caso de práctica regular, uno no tiene la sensación de progresar. Uno se sabe poco hábil y ve a los demás a su propia imagen. En este estadio es inútil precisar que no se es de ninguna utilidad al servicio del Daimyo. Cuando se alcanza un estadio mediano, uno no es todavía de gran utilidad pero toma conciencia de sus deficiencias y empieza a notar las imperfecciones de los otros .

Cuando un Samurai alcanza un nivel superior, es capaz de tomar, por propia iniciativa, decisiones en cualquier situación, de tal manera que ya no necesita los consejos de los otros. Un Samurai es, podemos decirlo, útil al Daimyo. Luego, por encima de este nivel, están aquellos cuyo rostro jamás revela lo que piensan, los que no hacen jamás gala de su habilidad, que fingen ignorancia e incompetencia. Y lo que es más: respetan la habilidad de los otros. Para muchos, ésta es la ambición más alta. Pero a un nivel todavía más elevado existe un dominio que supera la habilidad del común de los mortales. El que se compromete a fondo en la Vía de este campo, toma conciencia de que su entrenamiento será ilimitado y que no podrá estar jamás satisfecho de su trabajo. Por esto un Samurai debe conocer sus debilidades y pasar su vida corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe, naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior .

Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al Shogun Tokugawa, decía: «Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé es cómo superarme a mí mismo». El se decía: «Hoy, yo soy mejor que ayer, mañana todavía seré superior». Un verdadero Samurai consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Es por ello que el entrenamiento es un proceso sin fin .

Entre las proclamaciones públicas que ha hecho el Señor Naoshige, se encuentra la siguiente: «Las decisiones importantes deben ser tomadas con calma». Ittei Ishida (sabio confucionista de Han Sagan y maestro Jocho Yamamoto) explica: «Los asuntos menores deben ser estudiados con seriedad. Hay pocos problemas realmente importantes, solamente se presentan más de dos o tres en toda una existencia. Una reflexión cotidiana os convencerá. Es por ello que es indispensable prever lo que conviene hacer en caso de crisis. Cuando ésta se manifieste, habrá que acordarse de la solución, para resolverla en consecuencia. Sin una preparación cotidiana, cuando sobrevenga una crisis delicada, se será incapaz de tomar una decisión rápida, lo que conlleva el riesgo de consecuencias desastrosas». ¿No es entonces posible decir que para poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse cada día con resolución? En el curso de una reunión cuya meta era examinar la oportunidad de conceder una promoción a cierta persona, se tuvo noticia de que la misma, anteriormente, era muy aficionada a la bebida. Por lo tanto, los participantes estaban muy propensos a negarle su adelanto. Sin embargo, uno de ello intervino: «No animar a un hombre porque ha cometido un solo error, es impedir que mejore. Si un hombre, que ha flaqueado una vez, muestra, por una conducta irreprochable y conforme a las reglas, que lamenta sinceramente su error, es eminentemente útil a su Señor. Siendo así, animadlo» .

Entonces, uno de los presentes dijo: ¿Asumís la responsabilidad de tal decisión?» Después de que él hubo dado tal seguridad, la asistencia le rogó que diera sus razones .

Dio esta respuesta: «Lo avalo porque sé que se ha equivocado una vez. No se puede conceder confianza al que no ha cometido jamás errores». Fue de este modo que el interesado consiguió su promoción .

Un día, un hombre cayó en desgracia porque había descuidado reparar el insulto que le había sido hecho. La única manera de vengarse era lanzarse sobre el campamento enemigo y combatir hasta la muerte. Un Samurai que se lanza desesperadamente al combate no puede caer en desgracia. Es porque uno espera la victoria que la misma se nos escapa. El tiempo corre cuando uno espera que el enemigo no sea tan numeroso para no estar uno en desventaja. A fuerza de esperar, incluso puede ser que uno olvide la injuria y que abandone la venganza. Pero cuando los enemigos son numerosos, si uno se agarra al terreno con la determinación de diezmarlos a todos, la pelea se resolverá deprisa. El curso de la acción transcurrirá probablemente de buena manera. Incluso cuando los cuarenta y siete Ronins del clan Asano, que acabaron por atacar a Kira una noche para vengar la muerte de su Amo, ya habían fallado en su salida. Deberían haberse suicidado ritual e inmediatamente Sengakuji. Se tomaron tiempo para vengar la muerte de su Señor. Kira habría podido caer mortalmente enfermo antes de que hubieran ejecutado su plan. En este caso, habrían perdido irremediablemente la ocasión .

Por regla general, yo no critico el comportamiento de los otros, pero puesto que nosotros estudiamos la vía del Samurai, debo añadir esto: si no se consideran con cuidado y por adelanto todas las eventualidades, cuando ocurre el suceso no se está en medida de contestar adecuadamente y uno es deshonrado .

Escuchar estos consejos e intentar comprender la esencia de las cosas, constituye una preparación para tomar decisiones antes de que sobrevenga la crisis .

 La vía del Samurai exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurai debe seccionar sus pensamientos prepara una línea de acción. Según las circunstancias, puede ganar o perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de l victoria o de la derrota; para evitar el deshonor tal vez le será necesario morir. Pero si, desde el principio, las cosas no se desarrollan como había previsto, debería intentarlo de nuevo. Para ello, ninguna sabiduría ni habilidad particular son precisas. El Samurai valiente no piensa en términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza su destino .

No es bueno tener fuertes convicciones personales. Si, al perseverara y concentrarse, un Samurai adquiere opiniones muy marcadas, podrá estar tentado a pensar con precipitación que ya ha alcanzado un buen nivel de realización. Esto debe ser desaconsejado formalmente. Un Samurai debe, por asiduidad, llegar primeramente a la maestría absoluta de los principios básicos y luego continuar su entrenamiento de tal manera que sus técnicas lleguen a la madurez. Un Samurai no debe jamás relajar su esfuerzo sino que debe perseverar toda su vida en el entrenamiento. Pensar que uno puede relajar la disciplina del entrenamiento porque simplemente ha hecho algún descubrimiento personal, es el colmo de la locura. Un Samurai debe estar constantemente animado por el pensamiento siguiente: «En tal o cual punto todavía disto mucho de la perfección» y consagrar toda su vida más y más al perfeccionamiento, buscando asiduamente la vía verdadera. Es por una práctica así que se puede encontrar la Vía .

No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo .

Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón por la cual los viejos y jóvenes Samurais han aportado siempre un gran cuidado en su presentación. Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo que le plazca, en caso de crisis de deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz, se descuidará de una manera completamente lamentable .

Es seguro que un Samurai que no está preparado para morir, morirá de una muerte poco honorable. En cambio, si consagra su vida a preparar su muerte, ¿cómo podría tener un comportamiento despreciable? Uno debería reflexionar seriamente al respecto y armonizar su conducta en consecuencia .

Los tiempos han cambiado mucho en el transcurso de estos últimos treinta años .

En nuestros días, cuando los jóvenes Samurais se reúnen, hablan de dinero, de provecho, de pérdidas, de la manera de administrar su casa, de los criterios para juzgar el valor de la vestimenta, e intercambian opiniones profanas. Si otro tema es evocado, el ambiente se estropea y cada uno se siente vagamente a disgusto. ¡Qué estado tan lamentable éste al que hemos llegado! Antaño, hasta la edad de veinte o treinta años, un hombre joven no tenía ningún pensamiento para las cosas materiales o indelicadas, por lo tanto no hablaba de ellas jamás. Si, por accidente, en su presencia, los hombres de edad madura dejaban escapar de sus labios alguna reflexión fuera de lugar, se sentía tan afectado como si hubiera recibido una herida física. La tendencia nueva ha penetrado aparentemente mediante lo que los tiempos modernos aprecian al máximo: el lujo y la ostentación. Sólo el dinero tiene importancia. Es manifiesto que si los hombres jóvenes no tuvieran estos gustos de lujo, incompatibles con su situación, esta actitud errónea desaparecería. Por otra parte, alabar como ricos en recursos a jóvenes ahorrativos y parcos, es completamente despreciable. La frugalidad equivale a la ausencia del sentido del giri u obligaciones sociales y personales. ¿Necesito añadir que un Samurai que se olvida de sus obligaciones hacia los demás es despreciable, cobarde e indigno?